sábado, 8 de abril de 2017

parecidos

La voluntad se nos cuelga (ahí, la una para los muchos). Se nos quiebra encima en los pétalos que fuimos rescatando de la tierra y el ardor. Ahora valen más porque el tiempo. Y entonces respondemos dos veces por la primera, y tres si hace falta. Pero antes de que vuelvan los reproches, el hielo y la caída, sugiero que tomemos la decisión de saludarnos. Entendemos por el silencio, los dobles párpados o anomalías semejantes, y reanudando el empuje. Esta vez quizás logremos empujar tan lejos y tan hondo que quebremos la pared que se nos encarnó en las manos, que nos sangra en los pies, aplastando el paso. Lamentaste tu suerte hasta hoy, porque no creías que llegaríamos a tocar el punto culminante, la hora hermosa, el proceso inicial. Llegados aquí, desprendamos el cuerpo, soltemosle las lianas y relajemos codos y rodillas. Luego, nos extendemos hacia adelante y rogamos alcanzar el porvenir con nuestras manos. Es el gesto, sólo el gesto. Por supuesto que no podríamos alcanzar, eso estuvo claro siempre. Es sólo el gesto. Nos será devuelto con creces, transformado y urgiendo. Así, diremos, emprendimos la vuelta, volvimos al milagroso principio último, el auténtico. Pasamos la jornada deshaciendo los manojos, respirando lento y dejándonos caer despacio sobre lo que alguna vez llamamos rodilla y que hoy tiene otro nombre y, por lo tanto, otra consistencia. Pisamos volviendo hacia nuestros pasos sobre la nieve en un paisaje que nos nace del recuerdo, hacia atrás, en un caminar que va cediendo aunque sin dudar, hasta apagarse completamente en un último y fuerte susurro. Desaparece. No es silencio ni dicha, ni se parece al cielo. Estuvo toda una noche esperando y se sentía una eternidad. Estaba pensando en dormir, finalmente, hasta que la espera se volviera algo nuevo de tanto sostenerse. No hubo consumación porque los dados cayeron por el borde de la mesa y se perdieron bajo el armario de las llaves. Perdíamos las rodillas por aquel entonces. Sería inutil ir a buscarlas para encontrar nada. Ya sabemos muy bien que los procesos nos alejan del principio generador del movimiento, y que se nos pierde en la bruma y la confusión. No volvamos a empezar de nuevo otra vez. Si hubieras visto la hora del costado, junto a la almohada y la luz del amanecer, tan calma y tan triste desde ese ángulo entrecerrado. Así suena muy hermoso y siento la tentación de convertirlo todo en espectros de luz, los brazos abiertos en cruz y los pulmones llenándose de aire, una larga bocanada hasta ahí donde está lo que fue rodilla y hoy es un nombre nuevo y hermoso que le da sentido a todo con su aliento caliente y hondo. Invade todos los recintos.