viernes, 30 de diciembre de 2016

La música también está plagada de prejuicios. Está cargada de sentidos susceptibles de valoración y posicionamiento. La música admite gestos en función de la pertinencia. Los giros melódicos se estigmatizan. Las secuencias melódicas pueden resultar obvias, aburridas. Lo negativo se imprime en el ademan idiota, el gesto inconcluso, la falta de control sobre el elemento. No hablo del instrumento, sino del lenguaje. El que esquiva halla probelmas de adaptación por su propio autodesprecio. Dale hijos al canto sagrado. O mejor escépticos charlatanes sin sonrisa. Proveé conversaciones relajadas pero cargadas de aceleración, donde las máximas intensidades se sientan tanto en los susurros como en los alaridos desenfrenados. Ya no existe una lógica lineal de exclusión. Hay litigios imaginarios que atienden a la problematica misma, la problemática "música". No conviene apresurarse a encontrar resultados, cometer los errores viene a cuento de estrella, saliva repartida. No le temas a los miedos.