martes, 5 de julio de 2016

lecturas para matienzo


1
Todo mi silencio crece desde tiempos internos, largos y lejanos. Siento subirlo por recintos secretos. Se acerca como una necesidad, una tentación inconfesable. Toda mi voluntad reclamando ser, obtener, poseer virtud. trepa un filo contorneado por un cúmulo de brillos únicos, distintos. Aprieta con fuerza el paso. Un muro gigante de materia seca y elástica aprisiona la congestión. Trepa el filo hasta abrirse paso. Traspasa la tela frágil. Una hebra se distiende larga hacia el viento. Busca libertades. Se agita entre partículas y polvos. Deja entrar. Deja salir. Aparecen bichos y rabias junto a la puerta rota, la espada cansada. Un último líquido se arremete furioso. Se reparte en energías dispersas. Se disimula. Convierte el temor en promesa. La esperanza también es una condena. La última.
No siento que deba resolver. Sin embargo, me siento roto. No sé porque me siento roto. No estoy roto.
 Soy una persona con cuerpo.
Aún así, intuyo una suerte de sometimiento, podría no pasar de ser una especulación, pero el impulso me comanda en dirección al vacío. Tanto que me vuelvo disperso, diluído, me sumerjo en la seducción del capricho con la fuerza de una elevación, una erupción.
Mi proceso interrumpido, indefenso, recluído en un encierro de circularidad, ofreciendo recuperación, circularidad, idealización, circularidad, reposición.
Las publicidades me ofrecen criaturas construídas en jerarquías de dudosa superioridad. Parecen imagenes, pero es una duplicación, la promesa de un gesto compartido, una invitación al hartazgo, la confusión y el engaño. La oferta me produce violencia. Es una parte de la preparación. Una insatisfacción al nivel del gesto, un músculo entumecido, desertor, una distancia que reclama ansiosa una consecución, la recuperación de una condición.
Si no se diera esta coacción, no sabría de que se trata la vida, ni que hacer con las horas que vivo. Me pregunto cuales son los resortes que se esconden tras este manejo, la manipulación. En esta interpelación constante, alzo un grito vivo en el asiento del soldado, insistiendo en ser incluído en este espectáculo de miseria, armadura de poderes impronunciables, bruja, información.  Y ellos me reclaman para su ritual. Vamos a darle lo que pide. Todo junto. Y que le entre. A cambio, espero deshacerme de la obstinación y de la cercanía que me depara esta conciencia. 
Todos los caminos del desierto, y hoy mi nombre se protegerá en la hipnosis. Puedo inventarme una autoridad con un cuerpo, con un soplo, con una cualidad. De este modo propongo persistir el acorralamiento, sentir el espacio, los movimientos cerrados que me permiten las paredes cortas. Incluso sentiré gratitud y no estoy ahora tan enojado. Sería falso ostentar gratitudes, no es más que una estrategia para engañarlos a todos, hacerles sentir el reconocimiento, regalarles la envidia fluyendo como mi personalidad, líquida, una forma renovada del despojo.
Se oye la súplica, desproporcionada como sólo una convicción puede serlo. Se desprende su organismo vivo y cosecha un desmantelamiento ungido muy hondo en lo profundo, tanto que será reclamado en un futuro como una ruptura, ilusión de propiedad. Los señores se encargarán de aprovechar las distribuciones de la superficie, sembraran los principios del rechazo. Tengo la destreza de evitar entrar. Entrenar al aire para que responda, al fuego, al cuerpo perpetuo. La lógica se mete para adentro, como una lombriz, se pierde en el movimiento interno, no sin toparse con espacios ceñidos, tejidos resistentes y señuelos afilados que la invitan a morder, cubrirse de polvos, luces de neón.


2



Existe hoy un germen, una semilla creciendo, soltando raíces sin siquiera asomar un movimiento hacia la superficie. Toma fuerzas para impulsar una explosión final que cortara en seco la ilusión perdida de los hombres. Ya ni siquiera vislumbramos la posibilidad de que nuestro siglo esté diciendo algo. Hay energías y fuerzas que crecen y se agotan adentro, luces como materia. Hay silencios heróicos, amables, desencasillados. Existe el rechazo y la espera. Nunca supimos medir los encuentros, la fragilidad de la piel. Sólo entregamos ilusiones al olvido mientras la sinceridad nos desgarra y nos vacía. ¿Cuales son los ecos de esta fe? La religión del costado, el borde, la duda. Los mismos desiertos caminamos en alturas. Pronto desarma el amor, desalma los esquemas. La cultura occidental renunció a su experiencia trágica, cósmica, trascendental y se abocó a un discurso crítico, racional. Sin embargo, ese fatalismo humano jamás logró ser eliminado y los hombres aprendieron a subsumirlo como parte de su ademán racional, e incluso aprendieron a racionalizarlo y nominarlo como el reverso de esa misma razón y bajo el nombre de locura. (Temo no lograr superar esa frontera en que el pensamiento cae en esquemas pesados, densos, inflamados)




Traiganme a los cuerpos encarcelados. A ese dejenlo tirado ahí, donde su condición lo dejó arrinconado ¿No quiso su existencia encontrar la gracia? Son contados los hombres dignos, despiertos. El resto cumple su función de relleno en el ballet, coristas sin rostro, que aburridos son con sus voces lisas, sus contenciones acomodadas. Y cuan graciosos se vuelven estos hombrecitos esforzados. Sus virtudes no alcanzan a cubrir su pálida tristeza, la debilidad de sus almas o de sus cuerpos. Son pocos los hombres sanos y equilibrados, dignos del comando - dignos por su fuerza, por su coraje. Lamento encontrar desajustes tan ebrios en sus miradas cansadas. El nacimiento no les fue grato, quizás la temperatura o el ambiente... no pueden soltar aún la teta de la madre, gritan desesperados, reclaman caprichos y se unen en alianzas vacías con fines totalmente despreciables. No ven lo que quieren, ni siquiera comprenden un motivo para buscar. No se encuentran adentro, se celebran entre muros, en su neurosis hiperquinética, apretada. Los cuerpos desgastados por las costumbres berretas, la junta deshabrida, el tiempo repitiendo giladas sin sentido entre risas desencajadas. Celebran su vacío. Se sienten reyes.
Tan tristes estas almitas, tristecitas y pueriles, más polvo que vida, me nacen de las pesadillas. Los prefiero descansando que intentando producir. Sus esfuerzos dejan manchas, caminos perdidos, construcciones demasiado estériles. El espacio de la vida proveerá mejores condiciones para su existencia, o al menos deseamos eso. Inventemos plegarias para esos cuerpos monitoreados. Inventemosles jueguitos de artificio, prácticas fáciles para entretener sus tiempos demasiado desvariados. Las últimas fábulas podrían seducirlos, con máquinas de luces y botones para golpetear, dale, cerrá los ojos hasta el final de tu vida, cobarde, careta, disfrazate. Fuiste a buscar la magia de la existencia y te cruzaste con una mierda que se te metió hasta el estómago. La marea ácida que te flota ni siquiera degrada. Que pena ese metabolismo paralizado, por favor, saquen de mi vista a esta proyección infortunada. Su miseria me deprime, y sus historias me resultan demasiado huecas. No entiendo cual es su papel en esta función.

Todo para decir que necesitas que te llenen el ruido de cambios, que te cambien de ruidos, que te provean de acertijos repetidos,
 por favor, una pregunta facil,
una noche distendida, sin mirar la lejanía de las estrellas, la oscuridad terrible, que terrible oscuridad nos cerca, que cercana la muerte, que lejana la vida,
que soltura hermosa la de tu cuerpo cuando baila, la de tus labios cuando dejan salir un reflejo líquido, un aliento caliente.
Si supiera desandar el tiempo arreglaría mi desgaste, me cuidaría del tiempo, de los frágiles encantamientos, las sonrisas algo perdidas. Gasté saliva en chistes ni siquiera graciosos, me choqué contra mi propia idiotez como un juez desposeído, dame una solución, mamita, comprame los números, me voy a mirar este puntito, acá, y lo voy a acariciar al puntito, y lo voy a mirar, mirá, y lo voy a acariciar y entonces vamos a abrir un pozo grande desde el puntito, un pozo gigante y nos vamos a meter y ya no vamos a salir.

3.

Distinguir un terreno, una matriz, la inquietud desprovista de decoraciones poéticas, confesiones plausibles, declaraciones pertinentes: nos paramos encima del verdadero tablero sobre el que se delinean las claves, los silencios en torno a los cuales se multiplica el sonido. Las voces que lo componen se hayan ciertamente en condiciones musculares profundamente distintas, mayor y menormente preparadas para responder a los internos acuerdos, atendiendo al reconocimiento de maneras de ser y de hacer mejor, la concordancia de esos reconocimientos con uno mismo y su conjugación dentro del orden de los elementos ya establecidos en la vida propia. En tal sentido, es importante cuestionar lo que uno cree de uno mismo y lo que el otro cree de uno y de sí mismo y el modo en que aprecia su instancia, su renuncia, su esfuerzo. Y, por supuesto, la fuerza de la sorpresa en el rostro ante la inesperada inconcordancia, la respuesta, el cambio.
(la respuesta justo como la esperabas, justo como no querías encontrarla, tan tironeada, pegada por sobre el espacio intermedio. Ya ni siquiera conserva un brillo. Partimos de ahí a una calma resignada, un sentirse como un recién nacido, devuelto a la ignorancia primitiva. El deseo no es el mismo, el sendero pisado poco responde sobre las aventuras del futuro, poco sabe decir sobre los nuevos tanteos ¡que hermoso, justo como desnudo, redimido, preguntándote por la materia, por las luces, un extrañamiento vertiginoso vertido sobre las experiencias, una larga fila de expectativas y concordancia, tan pronto, renuncia y refutación. Quizás el tiempo dispone de alertas que ayuden a darse cuenta y, con suerte, esquivar el capricho que sólo transmuta furia y tristeza, desgarro.
Disparan, conservadores, sus entretenimientos al vacío, ni un paso más lejos. Resuelven el acertijo erigiendo todo alrededor barreras incluso materiales, paredes de cemento pesado donde pegar la oreja y oir las ensoñadas voces de la contigüidad )

amenaza la mañana disentir 
y dejar entrar en un solo viento
soplos de fuera hastalterar todos tus dulces años
vinimos del costado desde el costado abajo
armando y llegamos a tocar el sol
repetimos formas permitidas invirtiéndonos
infiltrándonos
tan pronto comprendimos que la alteridad
tiene escondites en la soledad
y que hace falta hablar lenguas esquivas
repetimos esas formas permitidas
y sin siquiera fingir, una mañana disentir
y dejar entrar en un solo viento soplos de afuera hasta alterar todos esos dulces años que habitamos escondidos
crecimos del costado desde el costado abajo armando y dando señuelos a los hombres que pura necesidad sucumben ante el frágil coqueteo de la pertinencia.