miércoles, 4 de mayo de 2016

última bocanada de aire antes de la inmersión/primera bocanada de aire después de la inmersión

Proyecto 1

el fin de este escrito es puramente pedagógico y de uso personal y no tiene fines de lucro. no tiene como fin su publicación ni su difusión.


Este proyecto consiste en el desarrollo de una obra que involucra música y teatro en escena y se lo divide en dos partes:
1.  ESTUDIO PRELIMINAR
2. DESARROLLO DE LA OBRA.

Apunto a construir un universo de interrelaciones que otorguen sentido a esta obra, abordando cada parte de su constitución desde horizontes más amplios. Este planteo se esboza como un sistema complejo de dispositivos con funciones específicas en la obra, pero que hallan su razón de ser más allá de los límites formales de la misma.
Parto de una serie de textos que funcionan como un disparador para este trabajo. Estos textos se componen de distintos formatos y materialidades (son escritos, pinturas y obras musicales). Para cada uno propongo un análisis en forma de síntesis y luego abordo relaciones entre ellos, en las cuales me permito entrar en un trabajo de especulación teórica donde doy rienda suelta a una proliferación de contenido. Considero esta puesta en relación entre textos como una herramienta creativa para constituir un lenguaje con un sentido propio de la obra, entendiendo que la "relación" en tanto operación implica la creación de un sentido novedoso que no aparece en los textos citados, pero que haya su raíz en ellos.



El objetivo más general del ESTUDIO PRELIMINAR es cruzar una red de sentidos con el fin de que emerja un universo con múltiples capas de profundidad.



 Así, me propongo  que los distintos elementos de la obra se remitan mutuamente por medio de denominadores comunes, intersecciones, que los encuentren reconsiderados, descubiertos desde ángulos que conforman nuevos sentidos dentro de un desarrollo vivo. En tal sentido, me parece fundamental considerar el concepto de síntesis en relación con la idea de ATMÓSFERA. Entiendo la expresión "síntesis" referida a una instancia en la cual la múltiplicidad de consideraciones y especulaciones que forman un universo logran reducirse a elementos mínimos que tienen fuerza representativa. Esa síntesis no se reduce a la imagen de superficie que ofrecen estos elementos, sino que se ancla en profundas consideraciones de intrincados caminos.  


En este trabajo se desarrollan puntos que servirán como punto de partida para el equipo.  Sin embargo, dichas cuestiones se abordarán, en principio, a la distancia, más en forma de insinuaciones que de sentencias.
Este trabajo propone la creación de materiales que tengan el potencial de hacer a la obra, aunque más bien los asumo como inicios muy esquemáticos, tanteos primitivos y más bien literales, indicios y  reflexiones en torno a la experiencia estética entendida como la dimensión sensorial de la existencia.  La búsqueda conceptual consiste en trazar una continuidad que es intervenida por colores transformadores, bifurcaciones, desarrollos temáticos lejanos, exposiciones recodificadas en función de nuevas reflexiones.
A modo de experimentación, y como mi propio aporte -partiendo desde los estudios en materia de arte que desarrollo-, me propongo la creación de un número de obras musicales  que empiecen a esbozar la dirección musical de la obra en general, poniendo en juego el análisis musical de piezas de música vocal e instrumental de distintas épocas y distintos ámbitos (populares y académicos).
En cuanto a la propuesta teatral, me ocuparé del desarrollo de una serie de monólogos y ficciones.




Guía para el trabajo preliminar
(Los puntos que aparecen en esta guía funcionan más a modo de sugerencia que como esquema formal. A medida que avanza el texto, se hallarán diluídos en una estructura que haya su raíz más en el desarrollo natural de la reflexión que en el respeto lineal de las consignas).



1 Capítulo "Stultífera navis" - Historia de la locura. M.Foucault

1. A.Describir texto.
1.B. Describir Cuadro
1.C Segmentar cuadro en partes determinadas y relacionar cada segmento con el texto. Desarrollar un concepto  específico por cada segmento.
1.c Escribir canción que englobe la temática general.
1.d Construir una obra electroacústica partiendo de esta premisa climática.
     .Definir material sonoro.
     . Construir una idea geográfica a modo de armazón de la obra.
1.e Escribir asociación libre partiendo del tema.
1. f Propuesta de monólogo.




2. Capítulo "El gran encierro" - Historia de la locura. M.Foucault
2.A.Describir texto.
2.B. Describir cuadro de Fromanger "Bastilles".
2.C. Relacionar textos.
2.D Escribir canción que englobe la temática general.
2.E Construir una obra electroacústica partiendo de esta premisa climática.
2.f Escribir asociación libre partiendo del tema.
2.g Propuesta de monólogo.


3. Capítulo El mundo Correccional- - Historia de la locura. M.Foucault

Postulados generales: En este punto del trabajo me interesa direccionar el análisis hacia una búsqueda en torno a lo musical específicamente. El objetivo será generar una consideración del material sonoro en relación con una cierta forma de sensibilidad despecto de la miseria que describe el texto "el mundo correccional". Voy a tomar, a su vez, un fragmento de "La crítica de la razón pura" de Kant  para esbozar un enfoque que problematice el concepto de "categoría".
3.A.Describir texto "El mundo Correccional".
3.B. Escribir un comentario analítico en torno a la obra musical de Claude Debussy "Pasos sobre la Nieve". Describir brevemente la obra.
3.C. Describir Fragmentos de "La crítica de la razón pura" de immanuel Kant:
Prólogo a la primera edición (posteriorente eliminado) y a la segunda edición; "Introducción" y "Doctrina elemental trascendental". 
3.D Establecer una relación entre los textos.
3.E Determinar una idea de material sonoro partiendo de las conclusiones arribadas.
3.f Proponer una posible estructura formal de una obra musical en la que se utilicen los materiales definidos. Justificar todo.
3.G3.H Escribir asociación libre partiendo del tema.


4. Capítulo " Experiencias de la locura" - Historia de la locura. M.Foucault

4.A. Describir texto de Foucault.
4.B. A partir del libro "El teatro y su doble pesanervios" de A. Artaud, escribir una comentario a modo de síntesis.
4.C. Realizar un texto comparativo entre los dos textos trabajados en los puntos anteriores.
4.D. 
4.E.
4.F.

1 La nave de los locos

Tres son los ejes fundamentales en los que se centra el texto de Foucault, cuya temática central es la forma de pensar la locura durante el Renacimiento:
A. El embarco de los locos en naves en las que eran conducidos hacia el exilio y su relación con ideas tales como la partida sin retorno, la fatalidad, el desamparo, la exclusión y la marginación social.
B. Una conciencia cósmico-trágica de la locura que se expresa en la pintura renacentista.
C. Una conciencia Crítica de la locura en la literatura que se expresa en la literatura y la filosofía y que termina por predominar por encima de la conciencia cósmico-trágica.

"Stultifera Navis" describe las huellas de la forma en que la Edad Media europea se ocupó del conflicto en torno a la "lepra" alojando a los enfermos en edificios donde eran aislados mientras esperaban su muerte y la desaparición de esa enfermedad. Describe como estos hospitales, que habían llegado el número de 19 000, pierden en forma paulatina su función por el cese del avance de la enfermedad. Las autoridades estatales se van dando cuenta de a poco de esto y redestinan los recursos que servían a los leprosarios hacia otros objetos, como la manutención de nobles pobres y la donación de los muebles y de algunos edificios a otros centros de internación. Ese proceso de desvío se dio en forma lenta, puesto que las nuevas condiciones tomaron un tiempo de reconocimiento muy largo.
Más allá de la eliminación de la enfermedad, la figura del leproso continúa erigiéndose como imagen de lo "abyecto" y de lo "Inhumano".
La sociedad ha erigido prácticas alrededor de la figura del leproso que se mezclan con el orden de lo sagrado y clamarán por la aparición de una "nueva encarnación del mal, un magia renovada de purificación y de exclusión".
En el seno mismo de la civilización aparece su némesis circunscripta a los ámbitos del encierro y la marginación. La idea de lo monstruoso y de lo miserable funciona como amenaza del orden social pero más aún como el límite visible y material que mantiene su constitución y su orden. La moral debe su subsistencia al espectáculo público del dolor y de la miseria.


Es importante señalar que durante el declive de la enfermedad de la lepra, los enfermos venéreos ya empiezan a compartir con los leprosos los aposentos que habían enmarcado los días de su agonía, aunque su imagen fue rápidamente absorbida por la medicina. Aún así, desde ese entonces, sus figuras se mezclan bajo el mismo estigma, y no será extraño encontrarlos en territorios comunes.

La imagen de lo abyecto subsiste sin cuerpo en la medida en que empieza a nacer, hacia fines de la edad media, en los albores del renacimiento, un nuevo personaje que será situado fuera de los límites de lo aceptado.  Este personaje es el alienado, el loco, el insano mental, imagen del errante e inadaptado social, que no responde o que se burla de las preocupaciones del ciudadano civilizado y ordenado, y que se burla de la costumbre y no respeta los estatutos morales. Me refiero a una sensibilidad que asocia a aquel que se manifiesta desafiante e indisciplinado con otras figuras de la marginalidad: los pobres, los vagabundos, los borrachos. Sus figuras se confunden, sus rostros se invierten y se intercambian. Son los personajes de un sueño arremolinado y revuelto, precipitado en historias  al olvido, muecas como destellos fugaces. El estigma se inserta entre las miserias propias de un desapego que contendría el fantasma nefasto del desamparo. Extrañas a sí mismas, emblemáticas y destacadas voces de la sociedad, investidas en cargos y poderes institucionales, empapelados de su propia historia y de la historia de la ciudad, se disfrazan entre los sectores marginados de la sociedad cuya condición parecen señalar y condenar: transforman sus lenguajes, sus maneras, sus direcciones, negocian sus modales.
En un único y mismo espacio se trazan sectores, circuitos de conducta.
Muchas veces los mismos personajes  se encuentran rodeados de escenarios completamente  diferentes y en actitudes sumamente contradictorias. Pero la propia lógica del juego prepara las tensiones de manera análoga:  las traducciones atienden a litigios imaginarios, continuidades internas.
La locura aparece en el seno de la cultura occidental en un proceso en el que su definición no siempre se delinea claramente ni se sujeta a un sentido estricto. Muchos modos de vida son considerados locura, y ésta se vuelve la forma más general de la crítica, un señalamiento de reprobación que engloba actitudes totalmente disimiles entre sí. Esto se puede ver en algunos ejemplos de la literatura y la filosofía de la época clásica, que sirven como documento de muchas formas de considerar la locura. El "Elogio de la locura" de Erasmo es sólo un caso, y también el famoso Don Quijote de Cervantes.
Aún se tolera la locura como extravagancia, pero también en la relación con la superación de la rigidez, la verdadera búsqueda de la sabiduría y de lo trascendental y como cuestionamiento ante las determinaciones de una sociedad que ya entonces evidenciaba su incapacidad de contener a todos bajo un mismo valuarte. La ilusión de un  cuerpo colectivo homogéneo y constante protege los movimientos internos de un tejido que se convierte a sí mismo, a sus maneras y códigos, en redefiniciones inconmensurables y contradictorias.



Destierro- La partida sin retorno


Foucault pone acento en una práctica erigida en torno a la figura del loco: Los alienados  eran, muchas veces, llevados hacia naves marítimas con el fin de ser conducidos por los navegantes a tierras lejanas, despojando a la ciudad de su responsabilidad respecto de estos personajes. De ahí que se asocie la idea del loco a la idea de una partida sin retorno, un cuerpo desamparado y sin historia que se desliza por los contornos de la sociedad, sin afectos, sin propósitos. En este sentido el loco aparece como un desaparecido, y su desaparición muy bien puede asociarse con la muerte, un salto en el vacío, la nada. De este modo, hallamos al desapego social alineado con el desamparo, y a ambos con la locura misma.  Pero también se la asocia a un exceso de curiosidad, a una anticipación de la verdad que aparece como impertinencia, un desborde de la genialidad que no reconoce esquemas sociales.
Aquellos que no participaban de círculos familiares o sociales que fueran respetados en su condición de ciudadanos, estaban desamparados y la ciudad no reparaba en sus tratamientos. Eran expulsados. Pero habían  individuos cuya participación en círculos sociales, en cierto modo, privilegiados disponía el contexto de tal modo que la sociedad tuviera que acompañar sus procesos mediante internaciones y tratamientos.

Se puede trazar una linea divisoria entre dos grandes formas de conciencia sobre la locura. Una, se expresa en la pintura, y es la idea de la locura en su dimensión cósmico trágica. La otra emana de la literatura y la filosofía, y expresa la conciencia crítica de la locura.

En la pintura vemos una relación entre el loco y lo sagrado que lo asocia al trascendentalismo, atrapándolo dentro de una iteración fatalista, como adjudicándole una  conciencia de lo absoluto que despierta en alarmas y ansiedades. Su conducta se condena como forma de la impertinencia, la irrupción, su gesto es precipitado y abrupto. No pertenece ni siquiera a su propio portador, llega cuando nadie la llama, sin invitación, y representa aquello que se esquiva para sostener una conciencia calma. La obra del Bosco se plaga de estos significantes, donde la locura abunda. El rastro del loco se pierde en las profundas peripecias del conocimiento, desde los inasibles entramados de la conciencia hasta las vastas y lejanas oscuridades del cosmos. Se la estigmatiza porque porta una verdad irrisoria que llega en un momento inoportuno. Es una locura cuyo signo es el tiempo, el desfasaje.  

(Se oye un ruido, una interferencia).

Los textos literarios hacen eco de la conciencia crítica donde aparece la locura en su forma de idiotez,  motivo de burla. Es una forma de la locura que se refleja como impericia, falta de agudeza en los sentidos y en la mente. Su imagen se proyecta desde un intelecto flaco, una voluntad debil. Su voz resuena confusa y reverberante y se choca contra sí misma, se contradice sin notarlo.  Está expuesta ante los ojos de todos. Esta forma de la locura tiene edad. Excedidos en su cautela o motivados por profundas equivocaciones, los hombres idiotas precipitan opiniones viciadas y vacías, insistencias tercas y agobiantes.


(Las ocupaciones interrumpidas, los espacios amontonados)

La nave de los locos - LOCURA CÓSMICO-TRÁGICA


En la obra  "la nave de los locos" del Bosco se ve a un grupo de insensatos partiendo en una nave cuyo mástil es el árbol prohibido. Ese mástil es un árbol alto y frondoso entre cuyas ramas se apoya una calavera roja que se confunde con una máscara. Cuelga de su tronco una bandera con la figura de la luna pintada que flamea al viento. Una presa de pollo está clavada en ese árbol y un hombre intenta robarla.
 Sentada  a una mesa sobre la borda, una monja envuelta en sus hábitos toca el laúd frente a un monje. Cantan o buscan comer un queso que cuelga sobre sus cabezas,  mantienen sus bocas abiertas en un gran gesto congelado. Tras ellos, se asoman tres personajes detenidos en el mismo gesto, cantan alegres, sueltos, relajados y contentos. Sobre la mesa se ve una bandeja sobre la que aún quedan algunos restos de lo que parece un pequeño banquete.
Junto a la embarcación, en el agua, algunos personajes miserables extienden manos y cuencos suplicando una ración, una sobra. Otra monja extiende su mano a un hombre que se intenta incorporar del piso de la nave. Esta escena se da en la proa del barco. En el otro extremo, un hombre vomita por la borda. Sobre él aparece la figura de un bufón acomodado sobre una de las ramas bajas del árbol prohibido.

La relación de las órdenes religiosas con la locura no es poca. Muchos centros de internación responderán al mando de clérigos poderosos. Ellos detentan el poder de la vara que mide y separa la locura y no es extraño que el bosco los incluya en una ronda que, por su participación, los devuelve conversos a su propia lógica, dominantes dominados, encerrados en el juego del encierro y la libertad, emblemas del juicio y del castigo que se desarman y desinvisten su presencia de su función de autoridad de tal modo que eso mismo les permita negociar un posicionamiento que les convenga en función de movimientos y deseos ni siquiera declarables.
  En el seno de lo social hay un espacio en el que el deseo teje tus propias redes de la mano de lo impronunciable. Lo que dice, calla. Los deseos se disuelven en las formas de lo pertinente. En todo caso, hay autoridades que no detentan la autoridad en la práctica y que atienden, más bien, a silenciosos movimientos de un orden psíquico, pero, diría, incluso, digestivo.
En la interlocución directa con el otro hay una atmósfera que sólo puede rastrearse en pequeños intersticios que nos pueden acercar al sentido de una situación. Existe una profunda dimensión de sentido en la que proliferan indicios de la mano de los movimientos respiratorios, las contenciones, los gestos de distensión, el rol de los nervios, la preparación de un cierto evento, etc. Esa dimensión se estructura a modo de experiencias que se repiten transpuestas, se insinuan entre temáticas recurrentes. Sin embargo, hay certezas que funcionan en esa misma dimensión, que guían la intuición como presencias silenciosas que se esconden. Lo que calla, dice. Y dice más de lo siquiera representable: Hay climas que sólo aparecen como una atmósfera flotante, traslúcida, relaciones que hayan su encanto en la distancia, hombres que se ven, se huelen y se persiguen en silencio y esquivos. Hay gestos gastados, descensos abruptos, risas ahogadas, amargas resignaciones. Hay ademanes de voracidad y ambición e ilusiones grandísimas. La ley de un deseo se apodera del barco en una dimensión inconfesable, o más aun, lógica, evidente... Entonces, quienes asumen en su discurso o en su investidura social la voz de la moral, el compromiso, son los que en nombre de lo justo y de lo bueno condenan y recortan la conducta en un nivel explícito. Aunque sería más interesante observar como aquellos que ni siquiera asumen una postura transparente generan influencias. El reflejo del otro social motiva comportamientos. Los estigmatizados por el motivo que sea, los distraídos, los impertinentes y los desapegados son un reflejo unas veces hermoso y otras tantas aterrador. Hay quienes quieren conseguir y hay quienes sueñan renunciar.  Pero en la misma ronda danzan los que no quieren responder, o los que responden con aplazos, respuestas esquivas, posiciones ambiguas. Entonces, hablamos de posicionamientos sociales. Esos lugares se habilitan por una cierta asunción, un manejo de valores al nivel de la declaración, una teatralidad y un juego de interpelaciones. Los textos aparecen en distintos formatos y materialidades. El sentido se entromete en los vestidos, los usos de la voz y el movimiento corporal. Los compromisos identitarios suponen la asunción de una cierta gestualidad enmarcada en un cierto escenario sin cuya permanencia todo pierde sentido. Estigmatizar ciertos actos concede la seguridad de controlar el sentido. Se da la posibilidad de construir un sentido histórico, aunque móvil, dinámico, de las biografías. El hombre sin historia es loco de por sí, puesto que su identidad es pura posibilidad.
La locura está en el desconocido. El hombre que renuncia de manera abrupta a su historia también es juzgado como loco. La locura representa el límite de la comprensión del otro, la confusión, el desconocimiento. En la sinrazón están contenidos los miedos de la noche, los largos senderos del infinito jamás caminados. Hay persecuciones que se reiteran a través de la trama social como exigencias de la más diversa índole. La demanda se traduce, se traiciona, se subvierte. Los caminos de las construcciones modifican los cimientos que se afirman bajo el peso de la misma gravedad. Los nudos se gastan. La memoria construye y su sustrato ¿Es el recuerdo? Nietszche esboza en una de sus sentencias e interludios la siguiente frase: "«Yo he hecho eso», dice mi memoria. «Yo no puedo haber hecho eso» - dice mi orgullo y permanece inflexible. Al final - la memoria cede."

En el camino de las construcciones se modifican el valor y la disposición de las imágenes. Se reafirman y se contradicen a la vez: las cristalizaciones no existen. Lo que si existe son ilusiones de cristalización, vivencias detrás de las sensaciones de determinación, maneras de llevar la cruz, la identidad, y de sacarle el mejor provecho. Y dentro de esos usos, aprendemos los juegos del ingenio, la perspicacia y la pertinencia. Aunque no siempre se pueden evitar las fisuras abruptas.


EL SEÑUELO



Los personajes de la obra del Bosco aparecen ligados a la animalidad. En este fragmento de La Nave de los Locos, encontramos a unos personajes en ropas religiosas, tentados por un queso que cuelga sobre ellos. A su alrededor, otros buscan lo mismo. Este señuelo que los hipnotiza, los amarra a un instinto salvaje. Los personajes atienden a su presencia olvidando que están llevando adelante otros quehaceres. En  esa desatención, o mejor, esa falta de compromiso con un quehacer, los muestra esclavos de la bajeza animal. La civilización busca alejarse de esa animalidad y su preocupación se dirige a la ocupación del tiempo, un señalamiento hacia aquellos que no conducen sus vidas en torno a un quehacer específico. Por un lado, se los reprueba como forma de la idiotez, incomprensible: el absurdo de llevar adelante dos tareas a la vez, el desorden de la mente. Por otro lado, es una locura a la que la misma necesidad arrastra. El hambre enceguece a los hombres y los vuelve ciervos de su instinto. Habían olvidado atender a sus necesidades biológicas sumergidos en los juegos del placer, y ahora son como animales. Esto remite a una categorización del quehacer humano, pero más que nada a la cuestión de la inteligibilidad de dicho quehacer, a un hacer que se muestra, se exhibe para ser considerado públicamente. Se trata de una demanda, una interpelación acerca de las ocupaciones. Esta escena del cuadro parece funcionar como una satirización, una denuncia y una burla con respecto a esa demanda. Los gestos concertados socialmente se corresponderían con movimientos del alma referentes a una forma general de direccionar la voluntad correctamente. Sin embargo, este cuadro pone en jaque esa visión. Los esfuerzos por rastrear las direcciones internas de las personas se pierden en esquemas de interlocución en los cuales tanto las preguntas como las respuestas están predeterminados. La conciencia no logra abarcar la experiencia inconmensurable. Las demandas que parecen invadir como alarmas las mentes de los hombres no son más que códigos útiles a ciertos modos de adaptarse en un entorno dado. La figura del queso que aparece en el cuadro de Jeronimous Bosch sugiere una voluntad obrando sobre la razón de los hombres, operando desde las alturas como una tentación. En la sociedad clásica los locos son quienes sucumben ante esa tentación y quedan encerrados en una ilusión creada por un otro, o por sí mismos. La ilusión y el ensueño son una prisión interna. Bajo las ropas sacras desviste una desnudez que nos deja iguales ante la ansiedad y la avidez de hallar en un lugar el modo de alcanzar algún tipo de propósito que bien podría homologarse a la idea de felicidad.  Pero incluso cuando las ropas, las formas y los espacios se repiten aparecen intersticios, pequeñas conexiones, sutiles reacomodamientos, que posibilitan reencuentros reconfigurados con la realidad y los sentidos que en ella se diluyen. Los cambios de dirección del movimiento hacia nuevos ángulos dejan lineas trazadas al infinito, completamente inarmónicas, perdidas como libros soltados a nuevas interpretaciones, recodificaciones desde escalas más amplias o más asentadas. Las expectativas se enfrentan a la ruptura. Existen desvíos imprevistos, conexiones jamás anticipadas. En los innumerables movimientos que distancian al FIN de su CONSUMACIÓN hay desvíos irreconocibles que precipitan las direcciones hacia nuevos sentidos. ¿Donde quedan las primeras horas del ensueño? Los ojos chispeando fuego, la suspensión tendida sobre los momentos como un pulso, un impulso, un latido?



EL BUFÓN
 

Mirando hacia el margen externo del extremo derecho del cuadro se encorba el bufón, el comediante. Es el único quieto. Su mirada se pierde más allá de los márgenes de lo cuadro. Observa algo que nadie más puede ver. Bebe de un cuenco que en verdad es un embudo. Ni siquiera ríe. Sostiene un bastón en cuyo extremo han tallado un rostro viejo. No está desbordado por los estímulos como el resto de los tripulantes. No se ve su ansiedad, no se sabe si atiende o no, no se sabe si entiende o no.  En esa ambigüedad se proyecta su soledad y en esa soledad su desapego y su desamparo. Todos están inmersos en la ebriedad de los sentidos mientras el desapegado sostiene su mirada perdida. No se siente interpelado, no exige participación. No se puede decir adonde va. No declara nada. Como mínimo deja en claro su desinterés.

Esta figura me interesa porque se refiere a un personaje que planea más allá de los límites de lo cordial, lo cuerdo, como parte de su ubicación social. El no ser tomado en serio, el ser un objeto de burla, potencia libertades disfrazadas de histrionismo, extravagancia. La solemnidad de este personaje coquetea con lo siniestro. Esta lógica refleja lo taxativo de ciertas investiduras sociales y las medidas de su sentido. Es ciertamente asociable una actitud a un cierto tipo de personaje social. Por tomar un ejemplo muy evidente, es ciertamente asociable a un miembro del clero la idea de una fé extrema, una manifestación insistente de su devoción, un cierto apasionamiento sobre temas y asuntos morales; incluso sería admisible un fanatismo explícito. Sería comprensible que un bufón incurriera en extravagancias o que un funcionario público utilizase un lenguaje formal. Estos son sólo ejemplos muy esquemáticos de emblemas que ilustran el carácter teatral de la perfomatividad social.

Hay círculos en cuyos ámbitos se funda una expectativa alrededor de ciertos personajes. Sin embargo, ellos mismos se posicionan y se pronuncian atendiendo también otras demandas, respondiendo a otros espacios donde las interpelaciones son otras, los códigos y los gestos deben ser diferentes. Los esquemas funcionan diluidos en un sinfín de asunciones según variables sumamente proliferantes y heterogéneas que se vinculan en tramas con fases unas veces contrastantes, otras veces difusos. Los pesos de la mezcla se equilibran y sus densidades se proporcionan. Las identidades se mudan aún sosteniendo viejos y cargados disfraces. La mirada lo cambia todo, el ángulo, la textura; desde lejos sólo se descubre una piel, una superficie homogénea. Desde cerca se confunden los movimientos con la materia, las luces se mueven como tiempos imposibles, superposiciones de sombras, saturaciones. Pero aún, por supuesto, hay recorte y hay pérdida.
Las voces se asumen en funcion de necesidades de momento para luego ser abandonadas junto con los escenarios y las vestiduras que las enmarcaban. En última instancia, siempre se puede mentir, apelar a voces agotadas, argumentos nisiquiera extensibles. Al dudar de la buena fé del otro, dudamos de la buena fé de nosotros mismos.
En el personaje del bufón aparece el ingenio de la mano de la locura, el aprovechamiento, la picardía, la subversión del sentido. Y desde ese lugar la sociedad empieza a proponer una forma de tratamiento que más se asemeja a un castigo moral que a ritual de sanación,.
La locura es una de las voces de la razón. Se hace uso de ella en tanto la locura no sólo da motivos de encierro, sino que también permite lugares, otorga libertades; muchas veces constituye la única forma de hacerse espacio, de pedir permiso. La irrupción es una acción sólo admisible como gesto de locura.




Existe hoy un germen, una semilla creciendo, soltando raíces sin siquiera asomar un movimiento hacia la superficie. Toma fuerzas para impulsar una explosión final que cortara en seco la ilusión perdida de los hombres posmodernos. Ya ni siquiera vislumbramos la posibilidad de que nuestro siglo esté diciendo algo. Hay energías y fuerzas que crecen y se agotan adentro, luces como materia. Hay silencios heróicos, amables, desencasillados. Existe el rechazo y la espera. Nunca supimos medir los encuentros, la fragilidad de la piel. Sólo entregamos ilusiones al olvido mientras la sinceridad nos desgarra y nos vacía. ¿Cuales son los ecos de esta fe? La religión del costado, el borde, la duda. Los mismos desiertos caminamos en alturas. Pronto desarma el amor, desalma los esquemas. La cultura occidental renunció a su experiencia trágica, cósmica, trascendental y se abocó a un discurso crítico, racional. Sin embargo, ese fatalismo humano jamás logró ser eliminado y los hombres aprendieron a subsumirlo como parte de su ademán racional, e incluso aprendieron a racionalizarlo y nominarlo como el reverso de esa misma razón y bajo el nombre de locura. (Temo no lograr superar esa frontera en que la filosofía cae en esquemas pesados, densos, inflamados)







EL MASTIL

En La Nave de los Locos, el mástil es el árbol prohibido. Esta imagen sugiere la irrupción de la naturaleza en medio de la gran ciudad humana. El tiempo vuelve hacia atrás aquí donde un palo tallado por la mano del hombre se deshace hacia su pasado primitivo, su materia bruta. Ese pasado que es la materia prima en relación al objeto manofacturado, lo carga el hombre en respecto del animal. De nada serviría la figura pálida, obra del cultivo técnico, la experiencia esquiva.   Estos hombres son guiados hacia un rumbo marcado por el emblema del deseo instintivo. La manzana prohibida es un rostro que pareciera más bien una calavera o una máscara. Algunos análisis de la obra la interpretan como la figura de un búho. Las distancias inmensas prometen destinos oscuros. La mano que pinta estos escenarios conoce la fuerza de la seducción y la amenaza que reside en lo desconocido. Los caminos de la intuición sondean abismos sin retorno, se elevan hacia una totalidad irrealizable. El sigilo no logra ocultar los ambiciosos caminos de la voluntad, pero le da pausa, y la sociedad occidental traduce su tiempo a esa pausa, conduce su habla a la sutileza del gesto, el indicio. Los cuerpos se entrenan para insinuar, tantear sigilosos, atenerse. Este juego no puede aparecer, sin embargo, vedado a los finos sentidos del hombre clásico, siempre preocupado por la evidencia y el contraste de las texturas, obsesionado por mostrar la claridad de las partes, el edificio transparente. Las estrategias de la pertinencia no escapan a esa transparencia, y se persiguen con un ojo desconfiado que duda de todo y de todos. La madurez del juicio social con respecto a su propio devenir recorre historias vívidas, evocaciones lejanas: la propia herencia.
Esta barca no ha sarpado. A su alrededor se reunen seres desnudos, miserables, despojados, suplicantes. No es posible saber si va a partir. En ningún lado se vislumbra un capitán para este navío. Es una fiesta donde sólo puede reinar la incertidumbre, la intriga. El que busque respuestas cerradas, deberá escapar.
"En los mismos personajes que nacen del mundo "civilizado", nacen los monstruos del corazón." Hay una renuncia que aparece de la mano con los compromisos asumidos. Muchas veces los trajes aprietan o quedan flojos. La vida se asemeja a una condena.  Aún así, el compromiso especializado en quehaceres específicos parece ser la mejor medida de tratamiento que idearán las autoridades clásicas para enfrentar la insurrección. Esta lógica sugiere una convicción en torno al ordenamiento de los cuerpos y de los objetos en el espacio, pero también un cansancio respecto de esa convicción. La razón requiere una custodia constante que debe sostenerse en un cierto acomodamiento del escenario pero también en una política de la gestualidad. La mesura es, en este sentido, no tanto una manera de reprimir una gestualidad por inmoral, sino un tiempo de preparación del cuerpo para reaccionar en forma adecuada y pertinente, una imagen de neutralidad.

El trabajo y el encierro. El trabajo, sin importar ni su utilidad ni su productividad, representa la cura. Esto se centra en una consideración pedagógica del tiempo, una conciencia de la eficacia de la insistencia y atiende sobre todo al sentido de un entrenamiento. Este entrenamiento contendría un equilibrio moral y físico que propone en su consumación una suerte de felicidad de construcción teleológica, un proceso de vivo de reposición y sutura, desmantelamiento y propiedad.  Se persigue al ocio, se lo expone, puesto que también se advierte en la locura una estrategia para sortear las peripecias de la vida en un juego de astucia. La locura es un disfraz de la razón. Es su contracara necesaria, el espacio que deja el abandono de lo racional.  Por eso es tanta la insistencia con la cuestión del REGISTRO biográfico y público de las personas: la categorización social, la documentación de la historia social, la frecuentación de los mismos lugares, la presencia física como prueba de la pertenencia a los círculos, el sedentarismo: en suma, el asentamiento de un cuerpo social estable, homogeneo, diferenciado y personalizado.
Quizás estas construcciones se deben a desprendimientos propios de un territorio cercado por estados en guerra. Detrás de los muros de la civilización, sólo se alza la amenaza. ¿Que son esas luces que se coagulan a lo lejos, comprimiéndose sin dirección? ¿Cual es la materia que respira el resto del mundo donde no habrá ya aire para llenar mis pulmones? Esos muros son la única realidad posible. Tras ellos, la nada. El esfuerzo mismo que implica la adaptación de uno a su propio lugar es suficiente como para socavar cualquier ilusión de bienvenida por parte de un exterior siempre oscuro, siempre resistente, guerrero. Los circulos se cierran cada vez más. Las naves parten hacia el olvido. Los locos claman la reestructuración de una fuerza aplastante. Las frágiles criaturas se compadecen de sí, respiran microbios, palidecen, enferman, y sobre todo, necesitan.
El deseo promueve alianzas. La promesa es la esperanza que otorga este ordenamiento, y hay quienes sienten que funciona.

¿Cuales son los ecos de la locura? Sus sonidos, su procedencia… ¿En que medida el grito la risa, el llanto, los ademanes de la violencia, la tristeza, el enojo, la euforia y los movimientos respiratorios de la introspección son VOCES de la locura?



DESPRENDIMIENTOS:


Foucault se remite explícitamente a unos pocos textos de la época clásica a partir de los cuales evoca consideraciones en torno al concepto de locura que tendrían en ese momento.  En tanto emblema de la contradicción humana, la locura se da allí donde se toma lo falso por verdadero, la muerte por la vida, el hombre por la mujer, lo bueno por lo malo. La locura implica un enfrentamiento de opiniones, una puja de poderes, una interpelación real o imaginaria.  En la locura está la evidencia del capricho, el punto cúlmine de una contención desenfrenada. En el nivel del lenguaje, sirve como descalificación de la condición de un otro. Y desde ambos ángulos de este litigio hipotético, por encima de ellos, se erige con el peso de la necesidad, y es lanzada de un extremo al otro como si alguien pudiera deshacerse de la contradicción. Es una proyección de la frustración, su externalización y, por lo tanto, su reflejo.
La locura es la señal de una razón perdida ante la noción de una contiguidad invisible e incierta. Se da un desboblamiento que  posiciona al par dialéctico razón-locura al mismo tiempo como figuras análogas y opuestas, y en esta relación se remiten recíprocamente. Sí bien la época clásica asocia la razón al bien, esta parece necesitar ser rastreada constantemente, reconocida y defendida. De este modo, la razón parece sitiar a la locura, contenerla y domarla, puesto que le pertenece, es una de sus formas, un rastro de su propio paso.



Foucault observa cuatro formas de la locura dentro de la literatura en la época clásica:
1.Locura por identificación novelesca.
2.Locura por justo castigo.
3. Locura por delirio apasionado.
4. Locura por presunción vanidosa.

 En principio, me referiré a la locura por identificación novelesca. Esta forma de la locura es la que se da en el Quijote. Quizás esta forma de locura sea una condena del pensamiento imaginativo y se refiera a un cierto temor por las posibles proliferaciones del ensueño y su relación con la realidad. ¿Qué implicaría que la realidad estuviera subordinada al delirio? ¿Que implica ser puesto bajo el signo de una locura en la que uno no se reconoce a sí mismo y cree vivir en una realidad inexistente? La locura es un señalamiento o una descalificación, pero también se remite a la libertad y al despojo y esa contradicción en la que se funde la entreteje con los momentos de ruptura mismos: la locura está en el cambio y en la perdida, pero también en la asimilación de la novedad, lo excesivo, lo nuevo, lo precioso. Los turbulentos ademanes de la euforia se contrastan con lo taciturno de otros estados, y esa impredecible estampida de lo actual, resuena como un ademán interrumpido, un murmullo apagado. Cuando se habla de una "locura por identificación novelesca" parecería insinuarse un señalamiento por vanidad. El hecho de que alguien asuma una cierta actitud ajena implicaría una cierta idealización de un algo real o imaginario y una presunción que  supondría un deseo de abandonar un lugar o, más bien, ocupar otro. Hay quienes quieren renunciar y hay quienes sueñan con alcanzar una cierta posición. Me parece importante subrayar que en esta percepción de la locura también se entromete la idea de la transfiguración de la identidad, la oposición contradictoria de una realidad  superpuesta que constantemente se desencaja y se niega a sí misma. La identidad se vuelve una demanda del cuerpo social que exige conservar un cierto orden de las cosas. Podría incluso sostener que se observa una insistencia en torno a esta cuestión de la identidad que delata una obsesión en torno a la construcción de la biografía personal a modo de crédito o de garantía ante un desconocido. La posibilidad de hallarse con un otro diferente queda resuelta en la lógica de la locura. Las personas quedan encerradas dentro de los límites del prestigio social, cuyas medidas están supreditadas  a las dinámicas particulares de los círculos sociales restringidos. Los pequeños grupos que en conjunto conforman los cuerpos sociales más amplios se atienen a códigos de pertenencia y permanencia que parten de cierto modo particular en el que los aires se aglutinan en un cierto espacio. Hablar del concepto de "atmósfera" en esta instancia me parece fundamental para comprender la complejidad del entramado de cuestiones que traban una dinámica social de un modo dado. Un cierto clima no sólo se asocia con las vivencias actuales en relación con los recuerdos de una persona, sino que se pierde en esa interioridad asociada a un grupo con el que también se tiene una cierta historia. No es poco considerar el formato de los espacios, su tamaño, forma, iluminación y la disposición de los objetos. A su vez, el modo en el que esos espacios se comparten, la dinámica de ese compartir, las formas cristalizadas y los modelos repetidos de relacionamiento establecen un movimiento interno de interpelaciones que genera reflejos tardíos, realimentaciones inesperadas. Ciertamente, estas aseveraciones parecen dirigir la reflexión hacia un orden psicológico, pero preferiría centrarme aún en las estructuras rituales que se construyen alrededor de esas pulsiones, las resonancias que se emanan de un cambio de sentido en una voluntad, un desvío en la motivación. Me gustaría referirme a las consecuencias que resultan de la ruptura y la pérdida, la yuxtaposición de intereses, la inclusión de nuevas personas en grupos, el rechazo, la formación de alianzas. Me resulta interesante observar la presión que ejerece una mirada, la sutileza de ciertos gestos, las certezas que nacen de la incomprensión y la fuerza de las ilusiones.
Este señalamiento de locura que exige una coherencia en la construcción de la identidad individual tanto como la acusación de vana presunción promueve la determinación del circulo social estable y la formación de una conducta pertinente al círculo. Esta segunda forma de abordar la locura pareciera nacer más como una advertencia de la valía del que señala. Es una reivindicación ante un otro que parece altanero, que se quiere parar por encima. Este señalamiento se generalizará más adelante en la historia de la alienación, y será 


EL BANQUETE
La situación de banquete remite a la famosa obra de platón y a la escena bíblica de la última cena. La celebración parece ser un marco óptimo para el desarrollo de la contradicción propia de la locura. ¿Que mejor contexto que el del debate, la interpelación, la disertación pública para enmarcar la comedia de la locura? Lo particular de esta acepción es que involucra una relación donde uno plantea una distancia crítica respecto de otro, fundada en la descalificación de un juicio. La locura define un problema alrededor del buen razonar, y pareciera demandar un equilibrio aristotélico entre el exceso y la falta. El punto en el que este ademán es institucionalizado para que converjan sobre él prácticas medicinales, educativas y relativas al control y a la formación del sujeto me lleva a insistir sobre un punto central, ya nombrado anteriormente: el gesto fatalista en occidente es recodificado en un lenguaje racionalista, aunque podríamos empezar a reconocer que la palabra racionalismo no define en profundidad un obrar que, al fin y al cabo, no escatimó en subjetividades e intervenciones emocionales. Más allá de los esfuerzos por generar una homogeneidad, el estado no es capaz de lograr uniformidad en la recepción de las directivas a un nivel institucional puesto que las dinámicas prácticas responden a la dinámica relacional del grupo al que se dirigen. La ley no es capaz de ahondar en el interior de un cuerpo social que reconoce lealtades superiores en un nivel más directo.

1 Asociacion libre
insistencia insinuación encierro exclusión gesto ademán orden idea licencia contexto fuego calor clamor investigación desafortunado encuentro repetición interacción contraste reverso fábula cuento impresión delirio demencia locura imaginación realidad racionalismo imposibilidad infinito insignificancia postura impostura soledad experiencia retraso retardo legitimidad sociedad implante generación proselitismo recuperación reconstrucción respirar imposición característica homogeneidad distancia diferencia procedimiento mecanismo instante renuncia gesto asimilación particularidad proceso investigación intersticio práctica reprobación restricción complicado premonición proverbio primacía partenón posibilidad permeabilidad impericia preocupación conocimiento ilusión claustro megalomanía manipulación estigmatización enfermedad mente miseria marginación ebriedad vagabundo mentira desgaste convicción uso materia mineral modificación sentencia pluralidad colectivo pueblo persona primero magia milagro educación estabilidad seguridad sedentario miedo muro ciudad casa hogar conocido póstigo privilegio meticulosidad contratara calificación identidad historia persecución reclusión confinamiento expulsión condena sensibilidad misterio emoción ademán inclinación instancia prisión formación seguimiento confesión impulso mezcla confusión exceso desbarrando mugre maldad bondad ignorancia crítica constancia trabajo prolijidad declaración interpelación biografía combinación columna regularidad café personalidad agobio ingrato confinamiento consecución primitivo civilización organización jurisdicción autoridad paradoja libertad abuso estratificación hábito circunstancia cerrado bloqueado vedado silencio consistencia peso prestancia olvido privación maldición dios descubrimiento movilidad pobreza misericordia filantropía pausa clero mesura despropósito reconfiguración secreto misterio desvío lógica subjetividad lectura desatención incomprensión extraño impedimento restitución devolución segregación colegio conducta condición categoría construcción edificio estructura religión estado cooptación internalización mástil navío desborde entrecruzamiento parodia canto trabajo poesía intercambio privacidad intimidad mirada cálculo impronunciable no tematizable perfección inducción secreto secreción momento respuesta interacción estrategia inteligencia trascendental curiosidad interés  distinción intuición


OBRA 1- En formato de Canción estrófica (melodía con acompañamiento)
Esta obra funciona como una canción coral a tres voces planteada sobre las notas de lo que, en armonía tradicional, se llama cadencia auténtica. Se plantea una idea de conducción de voces que remite fuertemente a la idea de tonalidad que se manejaba en la época clásica, pero con diferencias significativas en cuanto a la cuestión formal de la obra, que se basa más bien en las formas de la música popular contemporanea.




La gente acá se viste con disfraces

y bajo esos disfraces estás vos
en los mínimos detalles
en los gestos más fugaces
estás vos
por todas partes
estás vos


Los cuerpos acá se cubren con mensajes

y bajo esos mensajes estás vos
por todas partes estás vos
en los rápidos instantes
entre tantos ademanes
quedás vos


Y cuanta gente banca el ambiente sin decir...

entre sus mentes son inocentes
¿lo sentís?
¿o no querés sentir?
prefiero discentir
¿adonde querés ir?
si no podés soltar nada
nada



Propuesta de monólogo 1:

Todo mi silencio crece desde tiempos internos, largos y lejanos. Siento subirlo por recintos secretos. Se acerca como una necesidad, una tentación inconfesable. Toda mi voluntad reclamando ser, obtener, poseer virtud.
No siento que deba resolver. Sin embargo, me siento roto. No sé porque me siento roto. No estoy roto.
 Soy una persona con cuerpo.
Aún así, intuyo una suerte de sometimiento, podría no pasar de ser una especulación, pero el impulso me comanda en dirección al vacío. Tanto que me vuelvo disperso, diluído, me sumerjo en la seducción del capricho con la fuerza de una elevación, una erupción.
Mi proceso interrumpido, indefenso, recluído en un encierro de circularidad, ofreciendo recuperación, circularidad, idealización, circularidad, reposición.
Las publicidades me ofrecen criaturas construídas en jerarquías de dudosa superioridad. Parecen imagenes, pero es una duplicación, la promesa de un gesto compartido, una invitación al hartazgo, la confusión y el engaño. La oferta me produce violencia. Es una parte de la preparación. Una insatisfacción al nivel del gesto, un músculo entumecido, desertor, una distancia que reclama ansiosa una consecución, la recuperación de una condición.
Si no se diera esta coacción, no sabría de que se trata la vida, ni que hacer con las horas que vivo. Me pregunto cuales son los resortes que se esconden tras este manejo, la manipulación. En esta interpelación constante, alzo un grito vivo en el asiento del soldado, insistiendo en ser incluído en este espectáculo de miseria, armadura de poderes impronunciables, bruja, información.  Y ellos me reclaman para su ritual. Vamos a darle lo que pide. Todo junto. Y que le entre. A cambio, espero deshacerme de la obstinación y de la cercanía que me depara esta conciencia.
Todos los caminos del desierto, y hoy mi nombre se protegerá en la hipnosis. Puedo inventarme una autoridad con un cuerpo, con un soplo, con una cualidad. De este modo propongo persistir el acorralamiento, sentir el espacio, los movimientos cerrados que me permiten las paredes cortas. Incluso sentiré gratitud y no estoy ahora tan enojado. Sería falso ostentar gratitudes, no es más que una estrategia para engañarlos a todos, hacerles sentir el reconocimiento, regalarles la envidia fluyendo como mi personalidad, líquida, una forma renovada del despojo.
Se oye la súplica, desproporcionada como sólo una convicción puede serlo. Se desprende su organismo vivo y cosecha un desmantelamiento ungido muy hondo en lo profundo, tanto que será reclamado en un futuro como una ruptura, ilusión de propiedad. Los señores se encargaran de aprovechar las distribuciones de la superficie, sembraran los principios del rechazo. Tengo la destreza de evitar entrar. Entrenar al aire para que responda, al fuego, al cuerpo perpetuo. La lógica se mete para adentro, como una lombriz, se pierde en el movimiento interno, no sin toparse con espacios ceñidos, tejidos resistentes y señuelos afilados que la invitan a morder, cubrirse de polvos, luces de neón.



ELEMENTOS para una música electroacústica

Las dinámicas del encierro cuestionadas y puestas al descubierto por Foucault en su texto demuestran como  las distintas personas que conforman la sociedad se vinculan  según un código que nace de esas mismas dinámicas. Ese código se basa en una segregación de las actitudes individuales basándose en una lógica de pertinencia social. De este modo, se generan distribuciones territoriales, circuitos de conducta en torno a los cuales se componen las más específicas ritualidades. Esto demuestra como nuestra sociedad opera por medio de estrategias de coacción que no se darían si no hubiera un reconocimiento-como mínimo, inconsciente- de las reglas de este juego de señales. Esta realidad opera sobre los usos corporales, regulando las gestualidades y guiando los movimientos. La carga simbólica de los ademanes se traduce en relaciones de poder referidas a ideas en torno a la salud y la felicidad social. Hablo de una linea divisoria entre lo público y lo privado, dada por la construcción de una personalidad virtual esquematizada alrededor de códigos de pertinencia políticos que se extienden hacia terrenos de profundas preocupaciones humanas. Procedemos mediante estrategias, pero esas estrategias se anclan en ideas ni siquiera propias, modelos extendidos por perfiles mediáticos de autoridad o por falta de pericia, escaso trabajo de cuestionamiento crítico en torno a muchas cuestiones.
Creo que los usos de la voz humana sufren estas marcaciones en el gesto, y que la música occidental esta fuertemente influenciada por estos valores performativos. Por eso, quiero plantear una música electroacústica que se desarrolle en el tiempo como el recorrido sonoro de una persona por distintos territorios, una propuesta formal construida como un pasaje sonoro desde la soledad hacia la presencia pública. El elemento central de la obra será la voz humana usada de manera no convencional. Parto de la formación de un banco de objetos sonoros que contenga onomatopeyas, gemidos, respiraciones, contenciones, sonidos vocales y consonantes. Propongo una distribución de esos elementos pensando en la división del espacio en la ciudad. Para generar las atmósferas propias de cada espacio, utilizaré un banco sonoro compuesto por otro tipo de sonidos, como por ejemplo, ruidos de la calle, auditorios, material de tv, radio, etc. La categoría más general dividirá a los sonidos en dos grandes grupos: lo público y lo privado. Una división menor, pero no menos importante, los dividirá entre sonidos vocales y mecánicos o naturales.
A modo de antecedentes dentro de la estética electroacústica especificamente, podría nombrar dos obras en las que encuentro ciertas coincidencias artísticas. Estas obras son:
"Visage", de Luciano Berio
"El canto de los adolecentes" de Stockhausen

Es una herencia de la mesura de la época clásica en Europa la que regula el uso vocal. Podría definir el canto en tanto fenómeno musical como un juego que involucra la regulación de las presiones internas del cuerpo- en relación con la  respiración -con el objetivo de generar sonidos para un fín estético.
Existe una poética del canto. La forma más clásica o académica de pensar el canto se relaciona con
ideas en torno a la salud y la calidad. La mantención y el uso adecuado- relajado, elástico- del aparato fonador son máximas dentro de las escuelas tradicionales. Se articulan a la disciplina del canto conocimientos provenientes de diversas procedencias, como la foniatría y el yoga, sólo por dar unos pocos ejemplos. En ese sentido, cualquier emoción o idea que se intente expresar por medio del canto, debe circunscribirse a esta lógica de salud. El vigor vocal, el control fluido de las contenciones, la amabilidad y determinación en el gesto son solo algunas de las maneras admisibles dentro del pensamiento hegemónico que promueve la educación en el canto y su uso habitual y normativo. Por supuesto que existen otros modos de pensarlo, y que esta dinámica dialoga con la realidad en un modo mucho más dinámico, pero lo cierto es que tienden a definirse formas propias de cantar alrededor de géneros músicales específicos. Los esfuerzos por generar una homogeneidad tímbrica llevados adelante en los ámbitos corales responden a una idea de empaste armónico y aprovechamiento de las carácterísticas acústicas de las salas de concierto, pero también generan un enmascaramiento de las propiedades específicas de cada voz. Más allá de las objeciones que se puedan hacer respecto de los ejemplos aquí citados, encontramos que el canto está determinado por normativas silenciosas cuya lógica se oculta bajo los cimientos de las construcciones sociales alrededor de la música y de los actores que se proponen hacerla. La educación en el canto promueve la incorporación y la defensa de estas construcciones, de la mano con la evocación de las circunstancias en que se hace posible una determinada técnica técnica. En este sentido, se puede hablar de una política de los usos vocales y de una ética alrededor de las técnicas de la voz. La adscripción a un cierto uso técnico de la voz pareciera acarrear, en principio, un alineamiento social y el reconocimiento de ciertos discursos de autoridad. Esto no significa que los discursos no se recontextualicen ni que los cantantes no resignifiquen los sentidos originalmente dados a las formas de cantar. Tampoco que sean necesariamente negativas las determinaciones que conlleva una técnica vocal, ni que el cantante lírico piense patológicamente el fenómeno de la fonación. Sería interesante rastrear la génesis de las determinaciones en torno a la voz en una especie de historia de la fonación humana, aunque sería un trabajo que queda por fuera del objeto de este trabajo.
Mi punto de partida para acercarme a la voz se halla en la valoración estética de los gestos periféricos dados en el canto hegemónico, en la búsqueda de respiraciones, detenciones y terminaciones.





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2.EL GRAN ENCIERRO



El texto de Foucault describe el modo en el que los entes estatales se  ocuparon de la miseria en la época clásica generando un sistema de reclusión. Describe la apertura de grandes centros de internación en los cuales se desarrolló una forma de exclusión posibilitada por una forma específica de pensar la miseria: entre la filantropía y el castigo, el ademán que encierra confunde la hospitalidad, la solidaridad y el amparo con el castigo y la reclusión. Dios habita en la forma estática de la pobreza y el dolor donde la lástima se subordina al hastío, la sanción. Hay una puja entre estas dos formas de pensar la miseria. La sociedad se ocupa de construir espacios para encerrar a personas de muy distintas características y obligarlas a desarrollar una vida laboral activa como mecanismo de castigo. Los centros de internación asumen la forma de talleres productivos. El confinamiento representa un modelo autoritario que responde a una cierta idea de felicidad social: se construye sobre la persona de un policia cuyo orden sería transparente a los principios de una religión cuyo correlato y consumación serían las reglas mismas de esa policía. Es así, que el "encierro" involucra una METAFÍSICA DE LA CIUDAD y una POLÍTICA DE LA RELIGIÓN. La locura supone formas de la evasión que se asocian con la vagancia, la rebeldía, la insubordinación y la insalubridad. El hecho de que se haya edificado posteriormente una ciencia en torno a la demencia y la enfermedad ilustra lo incisivo de esta sensibilidad que se posibilita durante la época clásica respecto de este personaje asocial que esta misma lógica genera. Es una cierta distribución de las personas, de los bienes y espacios públicos y privados la que se delimita geográficamente en un mapa imaginario. La locura ya no es una forma de la razón, ni su reverso, ni la huella de su abandono: es ahora una condición, una enfermedad de la naturaleza.

 Foucault busca un argumento filosófico para justificar la política de exclusión de la locura en el período clásico y de la circunscripción de su geografía a los ámbitos del encierro  y para hacerlo se remite a un fragmento escrito por Descartes. El personaje "marginado" fue asociado e identificado con la locura, considerada la raiz de múltiples males. La edad media la había considerado el reverso de la razón, el signo de su abandono: la época clásica la niega, la esconde por debajo de la razón, la margina bajo el suelo del intelecto,  y es ahí donde va a echar raíces y proliferar . En la edad media la locura había adquirido una voz gigante, absoluta, estaba en el todo y en la nada, en lo vasto y en lo finito, en lo eterno y en lo efímero. Descartes expone el proceso hacia esa exclusión al defininir su cógito ergo sum eludiendo totalmente pensar la locura como una posibilidad en el espíritu humano por considerarlo una "extravagancia", es decir, esquivando la aplicación de la duda metódica en el caso de la locura, asumiendo que sería una pericia innecesaria que pecaría de obtusa, y asumiendo, de este modo, la evidencia de su buen juicio. Pone a la locura al lado del error y del sueño. Él, como ser racional, no puede permitirse caer en la trampa de pensarse loco, puesto que sería llevar la cuestión a un punto vacío, a un coagulo infecundo, y Descartes se esmera por encontrar un asidero firme para construir una doctrina que salve a la vida humana de la amenaza de la inexistencia. Descartes aplica la duda metódica a los sentidos y a la razón. Supera la desconfianza en estas capacidades humanas consignando las condiciones de esta confiabilidad a un cierto contexto y un cierto uso adecuado de la percepción y el intelecto. Los ojos engañaran en la oscuridad, la razón requiere de un ordenamiento adecuado del razonamiento condicionado por las leyes de lo claro y lo distinto. El mundo externo siempre podría esconderse o confundirse con el sueño y el error.  La posibilidad de la locura amenaza con desposeerlo de su propio cuerpo. Al cuestionarse la existencia de su propio cuerpo, Descartes argumenta que no podría dudar "…de que esta mano y este cuerpo son míos…" sin caer en una reflexión absurda propia de los locos que creen tener un cuerpo de vidrio. La materia del sueño siempre está supreditada a una experiencia real de la que parte la creación de realidades imaginarias. Lo real aparece como sustrato, como materia constitutiva del error y del sueño. La posibilidad de estar loco se refuta no en el objeto pensado, sino en el sujeto pensante. Yo, que pienso, no podría estar loco.
Así descarta Descartes a la locura y la interna en un nivel subterraneo (sería interesante observar el desarrollo de este concepto en los desarrollos posteriores del psicoanálisis y la teoría del inconsciente). La demencia ya no es el reverso de la razón: ahora está en el subsuelo.

El ademán que castiga es redireccionado hacia este nuevo personaje en el que se depositan los estigmas del vicio y la debilidad. Los gestos de desprecio se inscriben sobre la insensatez que se vuelca allí donde los cuerpos se entregan al ocio. El trabajo parece ser el tratamiento más adecuado para los casos de locura según el pensamiento clásico, sin importar ni la función ni la productividad de dicho trabajo. La ocupación del tiempo en una tarea determinada serviría en principio de guía para las almas descarriadas. Esta valoración del trabajo toma las astas de una razón cuya lujuria por lo material recién  está comenzando a caminar hacia la organización industrial, aunque este gesto muy poco tiene que ver con el productivismo: se remite, más bien, al reconocimiento de una cierta forma de autoridad.

El cuadro de fromanger , Bastilles (Torres)


Es un lienzo en el cual se delinean los contornos de una calle y de los transeúntes que la caminan. En lineas negras se alargan esos contornos marcando formas humanas indiscernibles entre sí, sin marcas identitarias de sexo, ni edad, ni etnia. Son todos iguales en este plano de la textura del cuadro, y las lineas que forman sus cuerpos se confunden con las que forman las calles. las lineas continúan su marcha hacia destinos inciertos. Sólo arman los cuerpos en el instante y continúan su recorrido infinito. Por encima de los contornos negros se trazan lineas de distintos colores que revisten la uniformidad de la capa inferior del cuadro confiriéndo una cierta diferencia a las figuras del cuadro. Sin embargo, el criterio que las distingue es siempre el mismo: El color. La lógica de distinción se anula entonces en sí misma, en lo capcioso de la categoría que propone. Lo que distingue es lo mismo, es decir, la interpelación devuelve respuestas previamente concebidas que no distinguen nada en fín, que colocan a todos dentro de la misma ecuación donde su condición individual queda diluida en la medida colectiva. Por debajo las lineas negras homologan a todos. Por encima las lineas de color, también.
Es llamativo como las lineas que construyen esos cuerpos son las mismas que trazan las sendas peatonales del asfalto y se trepan por los edificios erigiéndolos en un mismo y único gesto. Sería interesante abordar a partir de este punto la cuestión del hombre en el marco de las estructuras y, más específicamente, la cuestión de la persona en tanto sujeto encerrado dentro de las instituciones en la ciudad, entendiendo "ciudad" como ámbito de encierro. El cuerpo mismo de la persona está escondido y negado en el nivel de la macroestructura social, y su función social aparece por encima de cualquier rasgo diferencial. La ciudad misma es indisociable del hombre confinado en su estructura. Aquí aparece la función social-la investidura- como escondite o máscara que resguarda las individualidades que operan gestionando y desarrollando las acciones que se atribuyen a un cierto cargo o a una cierta posición social. No se interpela al individuo, es imposible entrometerse en los caminos del alma en tanto cargo social, al menos, mientras no haya una falla en el procedimiento formal de una cierta acción enmarcada institucionalmente. La intención individual debe reconocer las formas de la autoridad mediante el uso performativo de las formalidades habilitantes que tienen carácter institucional. Esta modalidad es de uso obligado en los cuerpos que componen los departamentos de gestión estatal así como en las esferas privadas de la economía y el comercio. La declaración tributaria es un ejemplo de este mecanismo, pero también los historiales médicos en los hospitales y las historias académicas en los ámbitos educativos. Todo a lo largo del cuerpo social se construyen historias biográficas que se mezclan y se superponen para habilitar o no a una cierta persona en una función.
Es llamativo que en el cuadro el suelo está constituido por lineas horizontales distribuidas de modo equidistante entre sí y que las personas caminan ese piso como siguiendo un mismo camino. Los edificios se confunden con las personas, se trazan lineas que los conectan en una interpelación que los remite mutuamente de manera indisociable. ¿Donde quedan los movimientos de la voluntad traducidos a los códigos del encierro, transducidas sus energías en movimientos vectorizados?
La construcción de la imagen- es decir, nuevamente, la investidura, la personalidad- remite a la demarcación de las latitudes y la delimitación de los territorios propias de la cartografía. El territorio se convierte en mera distribución y fragmentación.
La investidura es una construcción revestida de diversos usos culturales; en una medida son determinaciones aunque también hay ademanes que pretenden cambiar esos usos o sostenerlos aunque el cambio aparezca inminente. La fuerza de la voluntad señalando un destino se enmascara en consideraciones perifericas, es decir, consideraciones en torno a cuestiones- en apariencia- superfluas o contingentes. Las decisiones en torno a cuestiones en relación con profundas determinaciones emergen moldeando trivialidades. Las ideas atraviezan erosiones varias que las asientan y las alejan como residuos, simientos escondidos bajo nuevas edificaciones, entretejidos sinuosos y profundos. La coherencia pierde su rastro en el desgaste y la razón halla su extrañamiento en la sorpresa que devuelve la irrupsión del momento actual. Sugiero la existencia de una pulsión a la reinsitución de las construcciones necesarias para devolver un estado a la vida, es decir, una voluntad ficcionalizante que insiste en realizar una evocación. Para hacerlo, se somete al entorno a una consideración escénica que dispone de los elementos en función del deseo. (Aunque me parece que sería más preciso hablar de ensueño más que de deseo, puesto que la hipnosis que devuelve esta ficción es más grande que una decisión actual, es uneco devuelto desde gestos tan anteriores que se mezclan como reflejos intuitivos, movimientos- en apariencia-necesarios, condiciones ni siquiera revelables en la intimidad siempre cercada de distracciones estériles).
Me parece importante esbozar una posible manipulación y realimentación de esta pulsión evocativa en una interpelación que se instituye en el seno mismo de la vida social y que se instala como una demanda en torno a la ocupación y el uso del tiempo. Esta demanda tambien se inscribe en la expectativa de un cierto uso y reconocimiento del discurso en una persecusión de los movimientos internos del alma que busca una cierta coherencia que daría cuenta de una concordancia de principios de seguridad social. Sin embargo, esta demanda se agota en la reiteración de su mismo gesto puesto que produce el establecimiento de respuestas redundantes. La sociedad maneja esta lógica en un juego más o menos conciente del que todos toman en cierta medida partido, de la mano de una complicidad que circula dentro de la intimidad de los ámbitos cerrados. Las lógicas de la vigilancia y la persecusión destinadas a la formación de sujetos conforme a una idea de homogeneidad y estabilidad social se asientan construyendo una linea divisoria entre lo público y lo privado. Volvemos a la idea del encierro dentro de las calles y edificios de la ciudad. El sedentarismo y el encierro son lo mismo: Prohibición del mundo exterior, proliferación de una ensoñada interioridad que aparece como promesa.
Los cuerpos se cercan entre sí, se exigen complicidad y acuerdo y, cada vez más, se prometen castigo. En nombre de uno y en nombre de todos. En nombre de nadie. El estado es el máximo sobreviviente. Se edifican creencias que cercan por todos los francos la posibilidad de producir otras formas de realidad. Se ocultan posibilidades impensables. Se construyen imposibilidades armadas, enclaustradas entre paredes ilusorias.  La capacidades jamás han sido exploradas. Más bien se dieron a aglutinamientos, explosiones, coagulos, accidentes, prósperos desaciertos.
Los cuerpos se vuelven tejidos terminados. Entre sus raspones de descubren los tejidos ceñidos, impenetrables, las barreras internas de la muerte. Desde afuera se respira una atmósfera adherida pero impermeable, necesaria pero irrompible, una barrera que expresa los límites vitales de la materia, borde con dos caras, precipicios de piel. La reclusión y: te interna en los confines de la mente, espacios sin luz, exteriores sin magnetismo ni vibración. Una quietud latente, palpitante, pulsada. Interior y exterior se remiten, se conducen de un lado al otro, se invitan, se expulsan, y, sobre todo, se contradicen. Hay contornos que se dibujan lentamente y con suavidad, semillas en los profundos, voces creciendo, iterando, insistiendo. Los movimientos de la superficie se guardan entre recintos enterrados. La mirada derrama un mundo hacia adentro y un mundo hacia afuera, claustros inmensos, en un flujo que más bien no fluye, no va ni viene, es un movimiento perpetuo de valor absoluto, siempre postergado, naciendo desde eternidades lejanas.
El centinela ocupa su puesto inmovil, derruido, es una piedra sin lomo, respira microbios.
La frontera entre lo público y lo privado se agota en los ojos (y luego, en las armas). El sedentarismo y el encierro presentan en la sociedad asentada características similares: prohibición del mundo exterior, proliferación de una ensoñada interioridad que aparece como promesa.


Asociación libre


Policía internación reclusión confinamiento orden seguridad civilización costumbre regulación legalidad autoridad circunscripción espacio territorio geografía locura pensamiento error sueño vaguedad conclusión relajación implementación procedimiento látigo maniobra permiso autonomía distancia libertad privado persecución constreñimiento piso subsuelo antro circuito cierre mérito grupo lógica sensibilidad humanidad abyección servicio derecho obligación ciudad mapa cartografía delineamientos contornos rutas calles tránsito dirección desajuste falla combinación yuxtaposición duración movimiento inclusión hora pico tren manifestación aglomeración masa cantidad persona grupo homogeneidad producción consumo camino realidad cuerpo condición salud bioma caldo cultivo canción conferencia conducción publicidad ataque desmesura campo terreno territorialidad parcial necesidad trabajo hambre exclusión excavación interno subsuelo subterráneo entierro razón sentidos engaño



Obra 2
Canción estrófica  para voz con guitarra



Noches monótonas,

hace tiempo se ha trazado un borde, un umbral.
Quien lo cruce habrá perdido el techo y la caridad.
Nunca habrá tenido un nombre,
no habrá sido visto...


y un camino de tierras lejanas,

más allá de las encrucijadas,
que planea un horizonte
que planea un curso más salvaje
y persistís y persistís


Noches monótonas

harto tiempo ya
tras una misma señal.
Luces sintéticas, cosmos de neón: 
simulan ser estrellas
desde adentro del encierro,
tras los mismos muros.


y un camino de tierras lejanas,

más allá de las encrucijadas,
que parece ser distinto,
que planea un curso más salvaje
y persistís 
y persistís



Propuesta de monólogo 2



Traiganme a los cuerpos encarcelados. A ese dejenlo tirado ahí, donde su condición lo dejó arrinconado ¿No quiso su existencia encontrar la gracia? Son contados los hombres dignos, despiertos. El resto cumple su función de relleno en el ballet, coristas sin rostro, que aburridos son con sus voces lisas, sus contenciones acomodadas. Y cuan graciosos se vuelven estos hombrecitos esforzados. Sus virtudes no alcanzan a cubrir su pálida tristeza, la debilidad de sus almas o de sus cuerpos. Son pocos los hombres sanos y equilibrados, dignos del comando - dignos por su fuerza, por su coraje. Lamento encontrar desajustes tan ebrios en sus miradas cansadas. El nacimiento no les fue grato, quizás la temperatura o el ambiente... no pueden soltar aún la teta de la madre, gritan desesperados, reclaman caprichos y se unen en alianzas vacías con fines totalmente despreciables. No ven lo que quieren, ni siquiera comprenden un motivo para buscar. No se encuentran adentro, se celebran entre muros, en su neurosis hiperquinética, apretada. Los cuerpos desgastados por las costumbres berretas, la junta deshabrida, el tiempo repitiendo giladas sin sentido entre risas desencajadas. Celebran su vacío. Se sienten reyes.
Tan tristes estas almitas, tristecitas y pueriles, más polvo que vida, me nacen de las pesadillas. Los prefiero descansando que intentando producir. Sus esfuerzos dejan manchas, caminos perdidos, construcciones demasiado estériles. El espacio de la vida proveerá mejores condiciones para su existencia, o al menos deseamos eso. Inventemos plegarias para esos cuerpos monitoreados. Inventemosles jueguitos de artificio, prácticas fáciles para entretener sus tiempos demasiado desvariados. Las últimas fábulas podrían seducirlos, con máquinas de luces y botones para golpetear, dale, cerrá los ojos hasta el final de tu vida, cobarde, careta, disfrazate. Fuiste a buscar la magia de la existencia y te cruzaste con una mierda que se te metió hasta el estómago. La marea ácida que te flota ni siquiera degrada. Que pena ese metabolismo paralizado, por favor, saquen de mi vista a esta lacra infortunada. Su miseria me deprime, señora, y sus historias me resultan demasiado huecas.
Todo para decir que necesitas que te llenen el ruido de cambios, que te cambien de ruidos, que te provean de acertijos repetidos,
 por favor, una pregunta facil,
una noche distendida, sin mirar la lejanía de las estrellas, la oscuridad terrible, que terrible oscuridad nos cerca, que cercana la muerte, que lejana la vida,
que soltura hermosa la de tu cuerpo cuando baila, la de tus labios cuando dejan salir un reflejo líquido, un aliento caliente.
Si supiera desandar el tiempo arreglaría mi desgaste, me cuidaría del tiempo, de los frágiles encantamientos, las sonrisas algo perdidas. Gasté saliva en chistes ni siquiera graciosos, me choqué contra mi propia idiotez como un juez desposeído, dame una solución, mamita, comprame los números, me voy a mirar este puntito, acá, y lo voy a acariciar al puntito, y lo voy a mirar, mirá, y lo voy a acariciar y entonces vamos a abrir un pozo grande desde el puntito, un pozo gigante y nos vamos a meter y ya no vamos a salir.

Capítulo 3
EL MUNDO CORRECCIONAL


La época clásica parece desarrollar una pasión en torno a un denominador común que caracterizaría al personaje del loco y trazaría el horizonte de su percepción. Ese común denominador se centra en la percepción de una forma de la angustia que potencialmente podría devenir en criminalidad o enfermedad. Y es desde esa percepción que se desarrolla una ciencia positiva en la que se confunden sanación y castigo en una interrelación que los subsume en el mismo gesto: la internación, con sus modalidades de sometimiento y de tratamiento.
En este capítulo Foucault se centra en el carácter policíaco del internamiento. Señala el desarrollo de una sensibilidad en torno a la miseria cuya apreciación se torsiona en sobreposiciones contradictorias. Las ideas de la caridad y la solidaridad se mezclan con gestos nacidos del resentimiento, la culpa, y muy especialmente, con una idea de sanción moral y castigo. Ese código se cierra bajo la lógica de la internación, cuyos muros guardan un silencio tras el cual se comenten las más diversas intimidades. Conviene añadir que el punto en el cual se crean esos grandes centros marca la materialización de una distinción (una forma de distinguir) cuyo reconocimiento tomó mucho tiempo y que se articuló con una serie de procesos sociales que constituyeron múltiples exigencias.
Foucault observa que dentro de los muros de los internados aparecen rostros familiares, pero desfigurados, desenvistidos, irreconocibles. Retoma, de este modo, la idea de la institución de una linea divisoria en la sensibilidad social cuyo cruce implica la marginación. Lo que determina ese límite  parece ser el eco de un hábito abandonado, o de una nueva exigencia ética que deja desprevenidos a unos, y los encuentra en una acción que, de pronto, aparece inmoral.  Hay formas de relación con lo real cuya forma de articular la experiencia dentro de la unicidad de la persona se anclarían en una ilusión que porta el estigma de la locura. La sociedad se desenvuelve redefiniendo y negociando el valor de esas ilusiones, y los términos de ese negocio se traducen atendiendo a la pertinencia, ocultando así las auténticas motivaciones de las que surge la apreciación. El disfraz racional provee escudos al deseo.

 En estos espacios de reclusión de mezclan perfiles disímiles. Falsos magos y brujas, viejas inválidas, gentes ordinarias, jovencitas incorregibles, libertinos, enfermos venereos, disipadores, homosexuales, blasfemos: toda una población abyecta, identificada, localizada como el cúmulo de voces de la locura.  Es el mundo social quien las designa, las crea, las señala y las margina, y sólo en ese mundo tienen su lógica. Teniendo en cuenta que lo social es sólo una parte de lo real, es decir, sólo un fragmento de la experiencia entendida en su dimensión de totalidad, hay una conciencia que deambula por fuera y por dentro de esa dualidad, trazando ese límite, marcando un límite formal entre ambas esferas, delineando una  separación de carácter esquemático que niega esa participación de una parte en la otra. Esta forma racional de construir la realidad evoca la materialidad de un velo, un umbral, una pared que representa una metáfora de la separación entre lo público y lo privado, como si la experiencia debiera inscribirse dentro de esa oposición y cercarse. Creo que esa brecha está constantemente siendo pronunciada y negociada en el seno de las relaciones sociales.  En la época clásica ocurre un reajuste ético que toma desprevenida a buena parte de la sociedad, pero que emana del desarrollo de su propia discontinuidad.
La internación se encuentra ligada a tres cuestiones centrales en torno a un reajuste ético que imprime nuevas exigencias sobre el cuerpo social: un sentido de la sexualidad y de la separación del amor, de la profanación  y el límite de lo sagrado, de la pertenencia de la verdad a la moral. El conflicto ético del bien y del mal aparece representado por el conflicto irreconciliable de la razón y la sinrazón, multiplicando las imágenes del desgarramiento (de las cuales Nietzsche y Sade dan testimonio).
En este punto, la locura se ha vuelto objeto de percepción a nivel social, y encuentra su realidad dentro del campo de la experiencia. La alienacion se vuelve susceptible de alineamientos, siendo el pozo donde la razón ha arrojado temáticas reprobadas y el ámbito donde se le otorga voz a las pasiones del corazón, para pronto mañatarlo y exigirle que traduzca sus latidos al lenguaje del intelecto. Y ese intelecto se mueve dentro de las categorías de la jerarquía, donde el otro social sólo es reconocible en tanto superior. Todo este camino insiste en realizar esa razón, un capricho positivo, demostrar el compromiso con ella y, de ese modo, justificar los caprichos del alma en una negación ni siquiera revelable en la intimidad, asediada de las imagenes de la ciudad, desprovista de intuiciones metafísicas a no ser como un tormento perteneciente a una contiguidad ciega.





Pasos sobre la nieve- Claude Debussy- preludio para piano.



Todo análisis se debe a una cierta búsqueda. Los lineamientos generales de esa búsqueda estructuran los ejes del análisis. Aquí la pregunta es ¿Qué elementos generan la obra y que funcionalidades se dan a luz en la puesta en relación de estos elementos? Por consiguiente ¿De que modo aparecen estos elementos y cual es la gestualidad con que se propone esa aparición?  Y de esto sigue ¿Hay una lógica jerárquica de los elementos? De haberla ¿Que configuración resulta en esta jerarquía? ¿Que rasgos son distintivos dentro del cuadro de relaciones identificadas? Es decir ¿Que significa que "pase algo" en la obra? ¿Que rol cumple la repetición, el cambio? ¿Que significado estructural implica el abandono o la insistencia en torno a un elemento?  ¿Cual es el dominio sonoro de la obra? ¿cuales son sus parámetros de sentido?

Esta pieza de la literatura pianística de principios del siglo XX propone un recorrido por una sensación humana cuya representación en palabras se acerca en cierto modo a la tristeza, una bella apreciación de la angustia. Esta sensación no es en absoluto expresada como una queja, sino que responde a una nostalgia transparente.  No es arbitraria la sugerencia del compositor cuando escribe el nombre del preludio. Tampoco lo es el lugar donde está escrito. La evocación justifica una abstracción, que se recorre en un ritmo lento, respirado, donde la suspensión del pensamiento se detiene en un andar reflexivo, interno. Lo interesante es que, lejos de ser una pieza pensada para el espectáculo, se involucra con un estado taciturno y se lo sostiene hacia adentro. El goce es del ejecutor.


Se trata de una música que se sostiene en la repetición de un motivo. Ese motivo atraviesa una consecución de armonizaciones dándole renovado contexto en extraños paisajes.

(El retorno de lo mismo aparece puesto en cuestión respecto de su propia naturaleza. Reencontrados los elementos puestos en juego despiertan sentidos desencontrados. Se encuentra un desfasaje entre expectativa y recuerdo, recorrido y distancia. El oído que escucha estos motivos puede disociar sus direcciones hallando perpectivas con distintos puntos de fuga, lineas trazadas en cursos que salen del marco mismo de la obra, más un gesto sugestivo que ostensivo.  Después de todo, la música está signada por el semblante que la costea. Pienso en el sosten del cuerpo aguantado en un cierto tiempo, a una cierta velocidad. En esta obra el cuerpo se mantiene liviano, pero montado sobre una periodicidad larguísima. Algo parecido a la quietud involucra a los elementos de la obra en una épica introspectiva, adentrados los pensamientos hacia los tenues entramados de la interioridad. ¿Cual es el paisaje frío que pintan estos dedos sobre las teclas? ¿De donde proviene esa tristeza que el lenguaje musical impresionista tiene no sólo el valor, sino la madurez  de proponer? No olvidemos que en la música tradicional de los ámbitos académicos se concede muy lentamente permiso de hacer ciertas propuestas personales, y que, al escribir este preludio, Debussy ya traía consigo un largo tiempo de labranza en torno a la literatura pianística desarrollada hasta su época. De hecho, esta obra aparece dentro del primer libro de preludios del compositor, donde las doce piezas que lo conforman dan cuenta del desarrollo de una nueva forma de pensar la composición muy distinta de lo que venía siendo aprobado por la sensibilidad de la sociedad francesa. Es decir, que Claude Debussy partía del conocimiento del ambiente social de una época y que, a su vez, buscaba hacer frente a una cierta forma de relación del hombre con su propia práctica.
Lejos ya de las límpidas texturas construídas en función de principios de simetría y proporción  que había desarrollado el clasicismo musical, este compositor trae sonoridades que responden a la sensualidad del oido, más en relación con los paisajes del sueño que con una búsqueda descriptiva.)







Las indicaciones más generales de la obra se escriben al principio de la partitura, y Debussy utiliza un lenguaje más bien narrativo para hacerse entender: "Triste y lento" debe andar el caminar de este motivo que  tendrá "el valor sonoro de un fondo triste y paisaje helado."


La obra se divide en dos grandes partes "A"; "A´" donde A´ aparece como variación de A, y da lugar a una coda final.

El siguiente gráfico da cuenta de la relación formal, teniendo en cuenta las subsecciones internas de cada parte:



La característica textural del primer segmento A consiste en la presentación de un motivo central x, por debajo y por encima del cual aparecen otros dos estratos texturales (una melodía en el bajo y una melodía en la voz superior), que alternan su aparición.

motivo central x








a: La melodía o tema central x (remi-mifa) está presentada  acompañada por un pedal que canta "re" en el primer compas de la melodía. Esto constituye un único plano textural, aunque se puede considerar el re pedal como un segundo plano.






 En los siguientes tres compases se sigue sosteniendo el motivo x, sólo que esta vez es acompañado por una melodía entrecortada en la voz superior, dando lugar a una sensación titubeante. Esta melodía es cantada en la escala de la frigio. Se puede decir que este segmento cuenta con dos planos texturales (el motivo central x y la melodía entrecortada en la voz superior).


b: Hacia el quinto compas aparece otro subsegmento en el cual se continúa con una melodía entrecortada entre la voz superior, esta vez cantada en re dórico. Se sigue manteniendo el motivo central x, sólo que esta vez se acompaña por bloques acórdicos llevados por la mano izquierda del teclado, llevando un recorrido plagal (en suceción de acordes sol M, fa M, mi m, re m). Esta subsección termina tres compases más adelante, en el compás número 7, con una detención del motivo x y una caída de la melodía de la voz superior. La característica textural de este subsegmento consta de tres planos (el motivo central, los bloques acórdicos por debajo de él y la melodía entrecortada por encima).











c: A partir de este momento de la obra (octavo compás) se retoma el tema x, esta vez acompañado por acordes en la voz inferior, que caminan con notas de paso. Los acordes se caracterizan por su color cromático ( sucecion do7, do#7, reb7, solb7). El segmento dura cuatro compases, y su textura se resuelve en dos planos (el tema x y los bloques acórdicos de abajo).






d:  es el último subsegmento de la sección A, y es significativo, ya que dura cuatro compases durante los cuales no aparece el motivo x. En cambio, durante los dos primeros compases de la subsección, aparece el bajo cantando una melodía con nota polar en MIb,


que desemboca en una inquietante caída hacia una melodía llevada en escala por tonos cantada en los dos últimos compases, y finalizando la sección.



La característica textural del segmento está dada por dos estratos (la melodía en el bajo acompañada por dos bloques acórdicos sostenidos en la voz superior).


Así se finaliza el primer segmento A, de duración total de 15 compases, que luego es recapitulado en la segunda sección A´, con 16 compases, donde se presentan variaciones. Este segundo segmento finaliza con una coda  de 5 compases.




Debussy sugiere la evocación de un paisaje frío y nevado.
 Los bloques acórdicos se generan a partir de modos que polarizan las melodías que aparecen direccionándolas hacia distintos centros. El motivo y la armonía se interpelan en un caminar donde su identidad en el contexto es puesta en cuestión y sus planos en la textura se deslizan por encima y por debajo del motivo central. Se suspenden las categorías de la armonía tradicional,pero a la vez se insinúa su lógica. Este motivo es cantado en el registro del tenor, a la altura del Do central del piano, cantando en sucesión las notas re-mi;mi,fa, alternando una duración corta con una larga y sosteniendo, durante casi toda la obra, el re como nota pedal que camina articulándose en valores de blanca. Los modos dórico, frigio, eólico y jónico son algunos de los que aparecen en la obra.
La métrica que sostiene la obra es de dos cuartos, aunque el motivo central está escrito en forma de tresillo, por lo que se plantea una oposición entre un pie binario y un pie ternario.


ideas en torno a 

 CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

A fines del siglo XVII, precisamente en el año 1781, el filósofo Immanuel Kant escribió una obra cuya influencia en la historia del pensamiento occidental resultó ser decisiva:
Crítica de la razón pura es una obra que responde a los problemas de la filosofía crítica que habían sido planteados por el autor con anterioridad en"Sobre los principios del mundo sensible y del inteligible" (1970). Estos problemas se centran en determinar el origen de nuestro conocimiento y limitar el uso de nuestros conceptos. Para hacer esto, Kant se propone el análisis de la estructura interna del espíritu.

En el prólogo a la primera edición del libro, el autor parte de la idea de que el ser humano se enfrenta inevitablemente a cuestionamientos cuya respuesta no podría jamás alcanzar. Sin embargo, y también de modo inevitable, el hombre se aferra a principios que hayan su raíz en la experiencia y que lo elevan hacia razonamientos cada vez más alejados, remotos. Elevado por ellos, el hombre vuelve a toparse con esos cuestionamientos imposibles, y busca resolverlos en principios que están muy por encima de su experiencia, lo que resulta en oscuridades hondas, profundas contradicciones.
De estos temas se ocupa la metafísica, ciencia que nace en el seno de la sociedad y que sufre de múltiples malinterpretaciones. Siendo gloriosa en sus inicios, pronto se la tachó de infertil y mentirosa.

La metafísica se halla en sus inicios administrada por los dogmáticos, conservadores cuyo elemental razonar fue lentamente depurado por medio de guerra interna, interpuestos sus esfuerzos por el afán destructivo de los escépticos. 
Resulta interesante esta oposición entre dogmáticos y escépticos, negociantes que se enfrentarían en una lucha entre la unión y la disgregación de la ciudadanía, sedentarios y nómades, reaccionarios y agitadores.  El autor plantea una guerra de poder al nivel del intercambio cotidiano. El escenario social que describe se encuentra dividido por una diferencia entre aquellos que construyen y aquellos que destruyen. Se identifica un núcleo central de desavenencias regido por un error al nivel del uso de la razón. La tiranía de la misma parece haber llegado a un punto tal de obscenidad que ha vuelto necesaria una crítica que limite su uso y que imponga límites a quienes la evoquen. Tanto el idealismo puro -donde el concepto se eleva por sobre la realidad material- como el empirismo - donde la experiencia aparece como la única certeza posible- son dos formas que ahora representan la equivocación que sirvió de motivo para el accionar de los hombres.


Kant observa el triunfo de un dogmatismo anticuado y carcomido en el terreno de la metafísica que devino en un indiferentismo que señala como "madre del caos y de la noche en las ciencias", pero también observa ese estado de la cuestión como un "albor", un preludio, una latencia.
Según él este "indiferentismo" sólo puede ser fingido. Mediante esta afirmación el autor podría estar convirtiendo su discurso en una apología, una reivindicación proveniente de luchas anteriores, insistencias nunca atendidas ¿ quizás litigios académicos, refutaciones injustas?
Los indiferentes se burlan de la seriedad del discurso academico. Aún quienes consideran haber superado estas peripecias, caen en esas afirmaciones dogmáticas de la vieja metafísica, aunque "piensen ocultarlas trocando el lenguaje de la escuela por el habla popular". 
Kant asocia, sin embargo, esta indiferencia, a la madurez del juicio de la sociedad (literalmente: la madura "facultad de juzgar" propia de la época) , la cual ya no se entrega desprevenida a cualquier saber, reconociendo una insuficiencia en el conocimiento, intimándolo mediante la crítica a responder mediante verdades con fuerza de leyes. La Crítica de la razón pura es el tribunal adecuado para esa búsqueda. Serán los principios del entendimiento, sus fundamentos a priori, los que reclamaran al mundo su conocimiento, ateniéndose a su propio límite.  
Kant afirma haber encontrado EL PUNTO DE DESAVENIENCIA DE LA RAZÓN CONSIGO MISMA, habiendo especificado los principios del entendimiento. A través del análisis de la "razón pura", se descubre su perfección, en la cual todos los problemas en torno a sí misma quedan resueltos. Insiste en que sólo ha de ocuparse de la razón misma y de su pensar puro, sin buscar más lejos su conocimiento detallado, que encuentra en sí mismo y por medio de la lógica.
En el escrito de Foucault vemos como la sociedad europea clásica enmarca la lucha entre el bien y el mal a modo de conflicto entre la razón y la sinrazón. Kant, a fines del siglo XVIII, no sólo toma conciencia de ese conflicto, sino que afirma elevarse por encima de esta lucha, esta sensibilidad cambiante: se posiciona por encima de la ilusión colectiva, se descubre a sí mismo protegido de una oposición esteril- y no sin argumentos. El hombre no puede ya negar la construcción que él mismo introduce al mundo para entenderlo y debe admitir la existencia de un vastísimo terreno de desconocimiento adonde sus facultades no logran jamás llegar con certeza.
Lo interesante es como "la madurez del juicio social" haya su testimonio en este discurso. En él encontrarmos un momento de consumación de la visión dialéctica en torno a los personajes del "dogmático" y el "escéptico",  ciudadano y alienado, una transformación erigida sobre el reconocimiento del drama racional. El buen uso de la razón impone la reconciliación entre sensibilidad pura y razón pura, y eso mediante un sistema lógico que las enlaza con necesidad.
El autor pone un acento particular en la construcción formal de la obra: Habla de dos exigencias discursivas que considera elementales para determinar la calidad de su obra. Estos requisitos son la certeza y la claridad (no muy lejos de la idea de verdad propuesta por Descartes, donde la misma debe aparecer "clara y distinta"). Este orden discursivo daría cuenta del orden en que las cosas funcionan en el interior del autor y de como el sistema conceptual que propone la obra parte de una coherencia espiritual, que, basada en una incisiva pericia, se mantiene a paso firme, justo a la altura de su propia voluntad. Se da una relación de continuidad entre un trabajo de cultivo interno y una elevación del espíritu. Así, ancla su discurso en los principios de certeza y claridad.

A partir de lo anterior, y respecto de la certeza de su discurso, Kant se compromete con la objetividad de su tarea, aduciendo que en modo alguno se permite la "opinión" como forma de conocimiento en su tratado. Todos los engranajes del sistema tienen su razón de ser en él y no serán introducidos por mero capricho ni especulación. Siendo la propuesta definir a la razón pura, parte de conceptos oscuros y confusos y  procede al aislamiento de sus partes y desde ahí a la reconstitución de la unidad una vez esos conceptos se muestren claros y distintos.  Su búsqueda se abre camino, entonces, hacia la determinación de conceptos "a priori" de carácter trascendental. En pos de ello, advierte de posibles malinterpretaciones que podrían darse en ciertas partes de su obra, es decir, observa la posibilidad de una interpelación aunque asegura se atenerse a exponer sus fundamentos sin ocuparse de los juicios que puedan surgir de terceros.
En primer término, es necesario aclarar que Kant no se pregunta sobre la razón de ser de la facultad de pensar, sino sobre -qué y cuanto puede conocer la razón independientemente de toda experiencia-.
Para hacerlo, introduce la diferencia entre la sensibilidad- o facultad de recepción pasiva de la multiplicidad de sensaciones que nos son dadas por el mundo- y entendimiento- o facultad de sintetizar ese múltiple dado en la sensibilidad por medio de enlaces lógicos.


En torno a la idea de claridad, propone una muy interesante división entre "claridad discursiva" por conceptos y "claridad intuitiva" por intuiciones. Aduciendo la completitud con la que se encargó de la primera cuestión, admite haber estado sumergido en la confusión respecto de la segunda, por el exceso de material que se le presentaba para argumentar su punto. Tal fue su desborde, que halló superflua la adición de mayor material, por encontrar que sólo serviría a fines de popularidad, y su intención no es otra que la de referirse a los ámbitos cultos. Esa idea de una proliferación confusa e inasible de datos faltos de orden discursivo, esta lógica de impertinencia en función de un cuadro con límites precisos, connota la conciencia de múltiples puntos de fuga que escapan al control humano, y este punto será esencial en su obra.
Calidad, claridad y certeza serán principios que todo conocimiento con pretensión científica debe sostener, pues la falta de claridad respecto del objeto y la forma e abordarlo da lugar a tanteo confusos. Estas reflexiones insisten en torno a la idea de la renuncia, pero tambien a un reclamo que exige la institución e un orden más que sagrado, natural, y si ese destino debe ser devuelto es porque se ha perdido en horizontes más amplios. Aquello que quede por fuera de la linea divisoria del conocimiento, corre del lado del sueño, la ilusión, la mentira y la confusión. Se levantará una escenografía sobre el mundo y desde su geografía se lo interrogará en busca de respuestas. ¿Adonde parten los pensamientos evasivos, los tiempos sin ley? ¿Acaso retornan desgarrando los tapices e la escena armada, rompiendo sus costuras, mostrando telones irreconocibles, pozos hondos, territorios desconocidos? La amenaza siempre palpitante tras los muros de la realidad custodiada, viene e la mano con monstruos oculto bajo rostros familiares. Sí al construir el armazón del mundo real hay una conciencia de ficción que en algún modo negocia con el drama que esa misma conciencia propone, debemos proponer una performatividad discursiva que estructura la teatralidad. En este sentido, los límites e lo real serán trazados por un conocimiento a priori del objeto que, por un lado, lo construya y detalle su concepto y por otro lado que lo haga real. Será la pureza de dichos principios la que servirá de asidero para esta ciencia pero ¿Que determina lo puro de un conocimiento a priori?
Se parte de un análisis estructural de los mecanismos perceptivos y luego se observan formas e procesamiento e interacción que resultan de esos mecanismos. Esto implicaría determinar las condiciones ontológicas de los elementos de la interioridad y de la exterioridad que entran en oposición, trazar su figura y delinear sus contornos, es decir, los lugares en los cuales su existencia desaparece o se difumina. Por eso, habrá que determinar un cierto rango de clariad y sus zonas nebulosas a modo de extremos, sitios esforzados de registro, límites como muros, si, pero también como puertas abiertas a posibilidades inexploradas, promesas que barran de una vez por todas con las ilusiones que la convicción conlleva. Sí el objetivo está en determinar el punto de partida correcto para emprender una marcha segura, los descubrimientos de la matemática y la física se tomaran por estandarte y ejemplo, puesto que aseguran su coherencia en un sentido teórico y práctico. Estas citas a las ciencias exactas funcionan como reivindicación de la metafísica  que hace tanto tiempo parece venir sufriendo críticas que socavan su credibilidad. Pero también aparecen destacadas por ser las primeras en que el hombre interroga a la naturaleza desde los principios que él mismo pone en ella, y esa actitud es la que reclama Kant: una pericia absoluta, una minuciocidad sistemática y orgánica.



(Puntos de relación a desarrollar posteriormente: "con respecto a la idea de "la madurez del juicio social": Una conciencia de grupo que deviene en estructuras. Sociedad constructora. Hormigas. Hipnosis colectiva, ilusión de muchos, certezas. ;;;;; Otra idea: Kant parece admitir una suerte de  degradación de lo "humano", una razón que se pierde en hondas oscuridades y que debe tener en claro un camino para no encontrarse en una relación de guerra con la naturaleza y consigo misma: su propósito es hallar ese camino, descartando por inútiles otras formas que le resultasen inadecuadas. Esos caminos descartados son las hondas oscuridades en las que no entra su crítica, y en torno a las cuales la sociedad parece generar un ritual obsesivo de control ;;;;;; GESTOS DE ADVERTENCIA ¿Que hay dentro de la cueva? ¿Que esquiva quien ataja? ) 


EJES DE RELACIÓN FOUCAULT-KANT
Algunos conceptos emergen de los estudios realizados por Foucault en su obra "Historia de la locura en la época clásica". Aparece un terreno de conflictos de orden social cuya forma es discursiva. Es decir que las confrontaciones cobran realidad material, intervienen lo sensible, al nivel de la declaración.  En ese sentido, toman valor documental formas de expresión antes desestimadas. El centro de la investigación no es ya lograr identificar las estructuras de poder materializadas, ni los mecanismos de coacción o represión... la mirada busca rastrear la génesis de esos mecanismos en las formas del pensamiento que las generan, buscando reconocer los entramados sociales que posibilitan una acepción. La sensibilidad que promueve una cierta declaración implica una lógica que persigue los caminos de la interioridad humana y que se pierde en ellos. Los gestos encuentran complicados reacomodamientos sobre su marcha, traducciones a dialectos que se sirven de códigos similares en cada caso, pero cuyo sentido responde a los movimientos particulares de cada actor dentro de su contexto.  
En este sentido, uno de los ejes de mi trabajo será poner atención en las expresiones discursivas de carácter más periférico en un reconocimiento  de los gestos de sinceramiento, así como las marcas sociales que se ponen en juego: reconocer las luchas e interpelaciones que escenifica el discurso, la apología que encarna en el seno de una sociedad. En otros términos, me refiero a comprender lo que el discurso dice de sí mismo, los problemas a que responde y las conquistas que celebra.
Kant ha puesto el universo en manos del hombre, en un círculo que se cierra bajo el techo de la razón. Las lejanas cuestiones metafísicas se resuelven en una ecuación construida por un entendimiento ordenado, cuyo uso adecuado garantizaría la inteligencia de una verdad inamovible. Esa verdad no aparece como conocimiento, sino que es invocada en nombre de la libertad, mediante cuya existencia se justifica la filosofía práctica que propone Kant.  La voluntad humana extiende su largo brazo por encima de sus profundas oscuridades, retorna al ser con un impulso renovado, y ese impulso parte de una renuncia que da cuenta de un esfuerzo antiguo cuyo cimiento aún no había abandonado los recintos de una memoria que atestiguaba su ocaso.

Distinguir un terreno, una matriz, la inquietud desprovista de decoraciones poéticas, confesiones plausibles, pertinentes: nos paramos encima del verdadero tablero sobre el que se delinean las claves, los silencios en torno a los cuales se multiplica el sonido. Las voces que lo componen se hayan ciertamente en condiciones musculares profundamente distintas, mayor y menormente preparadas para responder a los internos acuerdos, el reconocimeitno de maneras de hacer y de hacer mejor, la concordancia de esos reconocimientos con uno mismo y su conjugación dentro del orden de los elementos ya establecidos en la vida propia. En tal sentido, es importante cuestionar lo que uno cree de uno mismo y lo que el otro cree de uno y de sí mismo y el modo en que aprecia su instancia, su renuncia, su esfuerzo. Por supuesto, la fuerza de la sorpresa en el rostro ante la inesperada inconcordancia, la respuesta, el cambio.


 (la respuesta justo como la esperabas, justo como no querías encontrarla, tan tironeada, pegada por sobre el espacio intermedio. Ya ni siquiera conserva un brillo. Partimos de ahí a una calma resignada, un sentirse como un recién nacido, devuelto a la ignorancia primitiva. El deseo no es el mismo, el sendero pisado poco responde sobre las aventuras del futuro, poco sabe decir sobre los nuevos tanteos, que hermoso justo como desnudo, redimido, preguntándote por la materia, por las luces, un extrañamiento vertiginoso vertido sobre las experiencias, una larga fila de expectativas y concordancia, tan pronto, renuncia y refutación. Quizás el tiempo dispone de alertas que ayuden a  darse cuenta y, con suerte, esquivar el capricho que sólo transmuta furia y tristeza, desgarro.
Disparan, conservadores, sus entretenimientos al vacío, ni un paso más lejos. Resuelven el acertijo erigiendo todo alrededor barreras incluso materiales, paredes de cemento pesado donde pegar la oreja y oir las ensoñadas voces de la contigüidad )





Propuesta de monólogo 3
Blesi peroli persé. Paresi blesi. Peroli sé, mange lísfera caróti lé. Pílcoma, persunta, polífoda, perd um palpero pisún figó. Bersé péroli. Molin fréstido aoe perúlio. Constro welun, vieborae pe sin colo ertendi lo portfuldion. ¿Des i reyo po tilenio? ¿Vila baloné ta najchi? Xelo, Blesi peroli, serun de le persé. Se percund aoe limperdo enter gu lambar linas deji lonudeol. Prwasvo stirga lonbílida rectuxyimi, imtalije si volv. Tenje ¡Tenje lesto, blesi sindemá, peroli prehun, persé klamde!
Klaje perpremá, sihun convelia resti galon, rectu ximiim talíjesi olvte wasvo liser eperpéoi síle comsun palpi bemo edirio ¿Vila blesi? aoe ¿Des perlo peroli? E deji, aoe ¿xelo liscos uborae perse? ¡AOE! e leg srima en forgi das laberias.
Dipern danse Impe liti geflabe peroxe ubaroe  olvte prehun. Stirga vieborae persunta mange gifó gigó rextuxyimi. Klaje aoe perasi poreli reyo baloné. Xelo, blesi peroli ertendi perpremá. Imelí geao iyé maoaelei seléi. Relam linas deji prwas per convelia resti po galón tenje. Aoe, aoe, gu lambar linas deji lounodeol.


Cuento

En un mundo paralelo, ellos efectivamente se ven, se tocan, se huelen. Se están recorriendo a través de todas sus facultades. Se reconocen, se corretean entre los pliegues de sábanas, luces y sombras, lineas infinitas. Se desencuentran, respiran agitados. Forman un lazo inquebrantable.
El juego continúa. No hay vuelta atrás. Ahora se detienen por siempre, una imagen sin asociaciones. Están en los ojos.  Sólo me queda esperar mi propio encuentro, real, para cubrirlos de olvido.

Aparezco en medio de una nueva celebración. Ya había habido otra, pero no la recuerdo. Son voces, siluetas, luces de colores, una música irreconocible sonando fortísima. Te veo pasar al lado mío. Como siempre, no me ves. Siempre te imagino así, no viéndome. Siento  hilos que se extienden desde mis ansias, finos tentáculos de energía. Es un estado de súplica. No es la primera vez que lo encarno. Te convoco desde adentro, un lugar quieto y de ojos asustados, arrinconado. Usás esa  mirada respetuosa con la que siempre te invisto. Una mirada indiferente. Todo es indiferencia entre nosotros.
En un mundo paralelo, efectivamente nos cruzamos por un momento. Estuvimos de pie uno junto al otro. No me viste. Y ese momento, se volvió materia.

Otra noche, fuiste un rostro extraño, anterior. Existías desde antes de que te invente. Y tenías otra cara. Caminábamos por las vías del tren. Sonreíste y pasaron otras cosas que prefiero que queden entre nosotros porque no están en mi memoria o prefiero no...

Hay una sensación a la altura de la almohada que es el mundo tirado ahí, totalmente desordenado. Me da miedo esa hora. Hace mucho me acostumbré a ese miedo y me sorprendo yendo a buscarlo. Tanto que aprendí a nombrar esa escena y las que se le superponen.

Cuando tenías quince años creías que que la verdadera realidad eran los sueños o que la vida en los sueños era más importante, en todo caso. Después trajimos el sueño a la vida y no queremos creerlo, o simplemente no se puede creer. Merecemos negar todo lo que queramos negar.

¿Como una escena tan bella puede aparecer así? Quiero escapar al mundo de la materia.
Ahora se detienen por siempre, una imagen sin asociaciones. Pronto, espero poder apropiarme de un pasado ajeno, un estado completamente nuevo. No habré construido tu cuerpo íntimo. Me ves pasar al lado tuyo. Como siempre, nunca te hube visto. Me imaginás así, no viéndote. Sentís esos hilos...

Después de unas horas ya dejaste de aparecer. Te repetiste imposible. Había decidido dejar de escucharte, dejar las discusiones. Después de todo, lo que necesito es hacer otras cosas hasta que pase este momento, como ya pasaron otros. Desde la hipnósis, es dificil creer que las cosas pasan, que hasta los fantasmas se aburren de estar.

Quedan ya pocas horas para hallarte volver y ayer hablamos con dedos en los labios. Fui el fuego en tus ojos y las manos cerrándose, un recorrido interno. Fui un espacio de sanación.

Encontré un juego de elementos en nuestro código, y de ahí, la esperanza de permutar las jerarquías y encontrar complejos desestructurados. Quise creer en las infinitas posibilidades, en un  abordaje abierto. La esperanza es la última condena. Sí algo queda de ella, es una fuerza que recompone justicia. No pensé nunca en quedarme en una espera. Cada instante que me es arrebatado en tu nombre me lo devuelvo en réplicas. De hecho, todo se trata de réplicas.


Entré de nuevo. Mi nariz se vuelve ancha. Mi piel, vieja. Estamos lejos porque no hay lugar para la obscenidad en esta escena. Sería intolerable. Cierro los ojos. Primer lugar de todos. Sí en vos mi reflejo recobra el sentido, entonces no quiero encontrar el sentido. Los ordenes inconmensurables están en el suelo bajo tus pies, cielo. Comparto el silencio, eso seguro. Al menos no estoy viéndote todo el tiempo, sino en imágenes apagadas, un recuerdo vacío.

Podría rescatar esta conciencia extendida, no siempre bien expresada, pero, como mínimo, no se disocia de sí. Vuelvo a recurrir a la misma metáfora. Tu nombre. El que tenés ahora, o el que te cambiaste, me da igual. Lo importante es que recurro a ese nombre para nombrar esto que me pasa, que es yo mismo parado ante lo sublime y desarmándome en su reflejo. No voy a corregir mi mirada. Sos unicamente una instancia de este camino interno que anda buscando salidas. Recorro desiertos. Tu cuerpo es uno. Habrá otros.

Hubieron otros. Seguís ahí. Ya no quiero traducir en palabras bellas el profundo asco que siento por este encuentro. Mi resolución es destruirte. Esto es así porque en tu reflejo me veo horrible, totalmente desgastado. Todo esto es culpa de mi falta de virtud. Lamentable. Si muriera ahora sería la muerte de un cuerpo nisiquiera hermoso, de una persona nisiquiera feliz. Te doy la bienvenida a mi sufrimiento. Espero pronto aprendas a removerlo de vos, porque te impregné como una bacteria. Mi alucinación ya no transa más con la pertinencia. La pertinencia es lo que me trajo a este encierro oscuro. Soledad gigante. Ojalá desaparezca este mundo maldito. Recuerdo haber creído ver llegar la belleza como un espejismo, una promesa. Es falso. No hay espejismo. No hay promesa. Quiero dejar en claro que ya no me odio por todas mis faltas. Sólo quiero trascender a un lugar donde todo se encuentre limpio, y no me esté comparando todo el tiempo con las cosas que creo hermosas. Quiero resolver una resurrección limpia, justa. No merezco llenarme de odio. Quiero soltar el odio. Pero tu imagen, toda la fuerza de tu rechazo, constante, me revuelve. Y aunque yo ya no te amarre desde hace largo tiempo, todavía duele.

Los dìas de calma que sucedieron al cuerpo, renacido, sorprendido ante un nuevo soplo de vida, no pudieron más que traerme a este momento como una evocación. Extrañaba estas horas azules, los lapsos de infinita espera, la sensación de que mi gesto tiene el poder del cambio, la redención. En definitiva, nada de lo que antes me importaba, ni siquiera tus nombres-que deben haber sido algún tipo de excusa-, me puede significar algo desde acá. Pasó la tormenta. La cabeza destila odios. Y hace un lugar para crear reparo, un fuerte de batalla adentro nuestro. Una canción para dormir. Después de todo el tiempo que esperé, haberme encontrado, al menos por un momento, en la sensación justa, en el cuerpo amado, la disolución de los límites, me salvó la vida. Tu lugar en mi vida es una respiración abierta como herida, respiro y siento los recintos atacados por la risa, el canto desenfrenado. Mi lengua blanca, roja, secando. Un cuero en la cabeza que larga pelo como si sobrara la energía en el cuerpo. El organismo gasta mucha energía en construir pelo.


De la percepción a la razón

Entre las estructuras de la intuición pura y los conceptos puros del entendimiento hay una relación de desfasaje. Son términos distintos. Su separación implica un contraste y una relación de complementariedad, puesto que sino su distinción carecería de sentido.  Esa diferencia radica en que la intuición se ocupa de nuestra forma de recibir la experiencia del mundo y es su condición de posibilidad, mientras que los conceptos puros se encargan de establecer enlaces entre las representaciones otorgandándoles un sentido e inscribiéndolos en una lógica sistemática.
El hecho de que las estructuras a priori de la razón operen sobre la realidad transformándola pareciera insinuar un fenómeno de transducción. Esto implicaría la transformación del mundo a una clave humanizada que funciona a la vez como potencia y límite de su capacidad de conocimiento. De haber una coincidencia entre la forma de ser de los fenómenos y las estructuras de la percepción que los elaboran en tanto objetos, no se podría hablar de un intercambio ni mucho menos de una elaboración, sino de un flujo indiferenciado. Las estructuras internas -intuición pura y categorías- devuelven una imagen compuesta del mundo, ya no en el estado puro del fenómeno, sino inscriptos en un diálogo interno entre elementos que la razón jerarquiza. La verdad del objeto oculta un estado salvaje del fenónomeno que no se agota en la conciencia y menos aún en los análisis que del entendimiento puedan surgir. Si se puede entregar la verdad de los objetos al hombre, es a través de la validación de la existencia de una voluntad bienintencionada que rige la creación y que elabora el mundo a la medida del estado interno del hombre. Y esa validación sólo ocurre mediante el juicio reflexionante, allí donde la razón no puede extenderse, por lo que no es un juicio a priori y se propone sólo a modo de apreciación. Esto habilita la posibilidad de establecer una demanda social en un sentido práctico y de establecer condiciones en términos éticos, no sólo para medir la conducta propia sino la de los otros. Me aventuro a preguntar que ocurriría sí se tomaran en igual importancia otras aseveraciones propias del juicio reflexionante. Me pregunto qué elaboraciones surgirían de la validación de otras verdades contingentes o especulativas, y que propuestas éticas propiciarían. Al tiempo de establecimiento de una cierta forma de la verdad, otras concepciones logran inmiscuirse de la mano del uso discursivo que deriva de esas formas de verdad, adscribiéndose a sus efectos sociales como una forma de poder silenciosa y generando inesperados direccionamientos del sentido.
Nos encontramos con un mundo en estado de torsión. Las aprehensiones de la mente no son más que indicios de una existencia cuya esencia se escapa tras la fachada del edificio infranqueable de la razón. En tanto hay una gran causa final que rige las leyes últimas de la naturaleza, la razón del hombre aparece como el reverso de sí misma, cae en su propia sombra, a la vez libertad y encierro del ser. El conocimiento que puede la razón construir se topa inevitablemente con las barreras de una metafísica que la desborda completamente y ante la cual su única herramienta es la probabilidad, un ademán hacia un vacío que se manifiesta como un enigma impronunciable.  El esfuerzo racional se erige en la búsqueda de la erradicación de la tozudez del pensamiento mágico, mítico-religioso. La madurez del juicio social exige una nueva forma de expresar la conciencia de lo trascendental, y esa forma se define y delimita al nivel del discurso, donde el entendimiento debe completar su círculo entrando en los juegos de la pertinencia, y donde la razón debe codificarse en un lenguaje específico.

 Bibliografía
-Historia de la locura en la época clásica- Foucault
Capítulos 1 "Sultifera Navis", 2 "El gran encierro", 3 "El mundo correccional",
La nave de los locos -Bosch
 Fromanger -Bastilles
Debussy- Pasos sobre la nieve
Immanuel kant- "Crítica de la razón pura", Prólogos a la primera y segunda edición y capítulo primero del libro.
Edgardo Castro- Diccionario Foucault.
Pierre Schaeffer- Tratado de los objetos musicales.